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Eran aproximadamente las seis de la mañana, Gerard y Frank seguían en la cocina, terminando de decorar los pasteles que ya estaban horneados y se encontraban a la temperatura perfecta para que la cubierta o adornado no se fuera a deshacer.

—¿Bandit toma clases de ballet diario?— preguntó Frank—.

—Si— respondió Gerard— Pero creo que el día de hoy no irá, aún no terminamos y la pastelería está por...

—Ve— dijo Frank sin dudarlo— Además, no creo que Matt quiera volver a entrar si la ve aquí.

—Mejor, no confío en alguien que le grita a los niños, y menos si es a mi hija— respondió Gerard con el ceño ligeramente fruncido—.

Frank asintió mientras seguía decorando el pastel que le tocaba.

Gerard lo observaba fijamente, se notaba que de verdad le apasionaba, no sólo el proceso tan largo de preparación, sino también la decoración.

Frank había nacido para eso, se veía tan en calma, tan relajado pero con una gran concentración.

Gerard no podía  apartar su vista de él, observaba esos ojos avellanas que veían al pastel como si fuera lo único presente en ese lugar; su mano se movía con delicadeza pero se encontraba firme y sin mostrarse dubitativo en su pulso. De repente Gerard dirigió su vista hacia sus labios, dándose cuenta del color rosado que poseían.

—¿Gerard?— preguntó Frank moviendo una mano en frente de la suya— ¿Me escuchaste?

—Uhm... Ajam...

—¿Y qué dije?— preguntó Frank divertido y viéndolo con una ceja enarcada—.

—Que... Uhm... Que...

—Te dije que no había problema con que yo terminara de decorar los pasteles, tu lleva a Bandit a casa, o a su clase.

—Ay no, Frank— dijo Gerard— Estoy aquí porque es mi responsabilidad, todo el desastre pasó porque traje a Bandit y no la vigilé lo suficiente, no te voy a dejar con toda la carga, además, no tengo con quien dejarla cuidando.

—¿Por qué no va a la escuela?— preguntó Frank—.

—Lo intenté una vez, la llevé a la guardería cuando tenía la edad suficiente, pero lloraba mucho y luego ya no querían aceptarla.

—¿Y al preescolar?

—También lo intenté— respondió Gerard— Pero la molestaban unos niños, y una vez regresó con la mayoría de sus cosas rotas entonces...

—¿Por qué no se defiende?— preguntó Frank con el ceño fruncido— Oh... Ya entiendo, eres demasiado lindo para pedirle que le pegue a quienes la molestan.

—Las personas pueden terminar heridas— dijo Gerard tratando de justificarse—.

—Eres un débil, Gerard— dijo Frank rodando los ojos— Si me enterara que alguien molesta a mi hija, hasta yo mismo iría a hablar con el niño.

—Bueno, pero tu tamaño es el apropiado— murmuró Gerard—.

—¿Que?— preguntó Frank al oírlo— ¡Ah mira!, ¡Que bonito!, No golpeas pero si te burlas, en fin la hipocresía.

Gerard rió levemente mientras seguía decorando los pasteles.

No podían negar que ambos estaban exhaustos, pero la compañía del otro hacía que todo fuera más llevadero, incluso, Gerard no quería terminar con ese trabajo; se sentía tan bien en compañía de Frank, hacía mucho que no podía entablar una conversación con alguien.

—¡Bandit!— gritó Gerard sobresaltando a Frank—.

Gerard se echó a correr hacia la mesa donde su hija se quedó dormida toda la noche, sólo que a estas horas, la pequeña se encontraba en la orilla de la mesa, casi a punto de caer.

—Se ve que es muy traviesa— comentó Frank al ver cómo Gerard trataba de acomodarla sin despertarla— Yo hacía lo mismo de pequeño, y dice mi mamá que me portaba como un pequeño demonio, incluso como casi siempre me la pasaba cayendome de la cama me decía que ni en mis sueños me quedaba quieto.

—¿Cuántas veces te caíste de la cama?— preguntó Gerard sonriendo—.

—Las suficientes para no crecer tanto como quise— dijo Frank fingiendo dolor—.

Gerard rió de nuevo, terminó de acomodar a su hija y caminó de regreso a la mesa de los pasteles.

—Ya casi terminamos— dijo Gerard notando que sólo faltaban cuatro pasteles sin ser decorados—.

—Qué lástima— dijo Frank— Me encantó pasar la noche contigo.

Gerard se sonrojó al escuchar esa frase, no había sido dicha con mala intención, y obviamente ellos no habían hecho algo inadecuado para que reaccionara de esa manera, pero sus pensamientos eran los que lo traicionan.

—N-No en e-ese sentido— se apresuró a decir Frank al darse cuenta de la reacción de Gerard— ¡Por dios, Gee! Te ves tan tierno pero se ve que eres todo un pervertido.

Gerard se sonrojó aún más al escuchar eso y Frank no hizo más que reír.

—Ha-Hace calor— dijo Gerard mientras caminaba hacia la puerta de la cocina— No tardo.

Frank asintió mientras seguía riéndose.

Sweet Heart [Frerard] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora