—Realmente me impresionan, chicos— fue lo primero que mencionó la señora Ballato al entrar a la cocina— Matt no pudo con esa orden en una semana y ustedes en una noche... ¡Wow!
—Señora Ballato, espero que todo esté en orden y como lo había pedido el cliente— empezó a decir Gerard— Le aseguro que...
—Lo que pasa es que Matt es un estúpido, y nosotros no— interrumpió Frank— Punto para el dúo dinámico.
—Frank Iero, siempre tan sutil— dijo Matt, quien se encontraba al lado de su jefa—.
—Escúchame bien, repostero "profesional"— dijo Frank con el ceño fruncido mientras se acercaba a él, intentando intimidarlo— Que sea la última vez que escucho y veo que le gritas a Bandit, o a cualquier otro niño...
—¿Cómo querías que reaccionara si fue su culpa?— respondió Matt a la defensiva—.
—Tú eras el encargado de la orden, pude haber sido yo u otra persona quien pasara por ahí y tirara todas las charolas, así que el único culpable eres tú, por no haber hecho tu trabajo bien— dijo Frank quedando cara a cara con Matt— Así que para la próxima, ¿Por qué mejor no te concentras en hacer tu trabajo bien y no en gritarle a una niña de siete años que parece tener más madurez que tú?.
Matt frunció su ceño enojado y ofendido por el comentario de Frank.
Gerard observaba a Frank con gran admiración y con gratitud por haber defendido a su hija, no era su obligación y tenía entendido que él también desaprobaba la presencia de niños en la cocina, pero aún así, ahí estaba defendiéndola y dando la cara por ella.
—De acuerdo chicos, basta— interrumpió la señora Ballato— La orden está completa y es tiempo de que vayas a entregarla, Matt.
—Compermiso— dijo Matt mientras caminaba lejos de ahí—.
—Bien— dijo la señora Ballato— Pueden irse a descansar chicos, tomense el día.
—¡Que bien!— dijo Frank quitándose su filipina— Porque tengo un sueño para morir.
Frank bostezó y se estiró, dobló su filipina y luego empezó a recoger las cosas de la mesa que habían ocupado en esa noche; Mientras que Gerard se quedó junto con la señora Ballato, no muy seguro de decir lo que pensaba.
—¿Tienes algo que decir Gerard?— preguntó la señora Ballato— Adelante querido, soy toda oídos.
—Y-Yo...— empezó a hablar Gerard— M-Me preguntaba si... Me tomaba el día de hoy como descanso... ¿Lo descontaría?
—Pues Gerard... Sucede que... El desastre que ocurrió ayer en la cocina fue desperdicio de material e ingredientes y fue Bandit quien lo ocasionó...
—¿Me descontará eso?— preguntó Gerard alarmado—.
—Lo siento querido, pero son las reglas— dijo la señora Ballato— Pero no te preocupes, es como un día de descuento.
—P-Pero...— Gerard no sabía qué más decir— Y-Yo...
—Descuida Gerard— sonrió la mujer— Se aprecia el hecho de que lo hayas enmendado y la orden esté por entregarse pero fue material extra que no debió haberse gastado, y... Espero que lo comprendas.
—Lo comprendo pero...— dijo Gerard— ¿Cree que haya alguna manera de recuperar ese dinero?
La señora Ballato frunció el ceño.
—Supongo que podrías trabajar unas horas extras— respondió— Pero sería un poco más de limpieza, no tanto de repostería.
—Si, si— dijo Gerard rápidamente— ¿Puedo empezar desde hoy?
—Pero te di el día...
—Señora Ballato, de verdad necesito el dinero— la interrumpió Gerard— Y quiero tenerlo completo... Así que... ¿Podría empezar desde hoy? No importa que no prepare nada, pero... por favor.
La mujer lo observó detenidamente, se veía que Gerard realmente estaba preocupado por el dinero, parecía que dependía totalmente de él, no sólo para su beneficio, sino para su hija, al parecer.
Finalmente la señora Ballato suspiró y asintió hacía Gerard. Lo entendía en parte, tener una hija no es sencillo y mucho menos si sólo depende de ti y tenías que criarla tú solo.
—Bien, hagamos algo— dijo la mujer— Es una pastelería pero de vez en cuando realizamos pedidos especiales sobre diferentes postres.
—¿Entonces...?
—Tengo una orden pendiente de veinte Croquembouche— dijo la mujer— Si la realizas, no te descontaré nada e incluso puede que te dé un bono, nadie quiere hacer la orden porque es demasiado laborioso y se necesita demasiada paciencia para armar muy bien las torres.
—Lo haré— dijo Gerard sin dudarlo— ¿Para cuándo es?
—Pasado mañana— respondió— Tienen que estar a primer hora, porque vendrán a recogerlas antes de que empiece el evento.
—Bien, lo haré— dijo Gerard asintiendo—.
—Perfecto— dijo la mujer mientras sonreía— Puedes ir practicando el día de hoy, ya sabes, ensayo y error, para mañana armar todo.
—De acuerdo muy bien, lo haré— dijo Gerard— Muchas gracias, le prometo que no se va a arrepentir.
—Sé lo que significa querer hacer todo por los hijos— dijo la señora Ballato tomándolo de su mano— No te preocupes, Bandit se puede quedar aquí, pero cuídala.
—Si señora, muchas gracias— dijo Gerard— ¿Cree que pueda llevarla a casa a darle un baño? Y volveré para empezar a practicar.
—Adelante.
Gerard sonrió en forma de agradecimiento y soltó la mano de la señora Ballato , antes de empezar a juntar sus cosas de su hija y de él.
—¡Papi!— gritó Bandit desde la mesa donde estaba sentada— ¿Nos vamos a casa?
—Vamos a darte un baño— dijo Gerard mientras seguía recogiendo las últimas cosas— ¿De acuerdo?
—¿No iré a mi clase de ballet?— preguntó la pequeña con un puchero—.
—Claro que sí, pequeña, pero creo que tendrás que entrar en otro horario, ¿Te parece?— dijo Gerard acercándose a ella— Papi tiene que volver y realizar algunos pruebas de un postre.
—Entonces no voy, me gusta verte cocinar— dijo Bandit sonriéndole enormemente a su padre— ¿Puedo estar contigo hoy? ¿Siiiiii?
Gerard rió con ternura mientras asentía y la pequeña Bandit aplaudía feliz.
—Pero primero un baño— dijo Gerard cargándola— Tienes harina en el cabello.
—¡Gee!— gritó Frank llamando su atención— ¿Ya se van?
—Iré a darle un baño y a cambiarla, luego volveré— dijo Gerard esperando a que Frank llegará a su lado—.
—Pero nos dieron el día libre— dijo Frank confundido—.
—Lo sé pero...— murmuró Gerard mientras volteaba a ver a su hija— ¿Te parece si te lo explico después?
—Ya— dijo Frank asintiendo— ¿Y que vamos a hacer?
—¿Vamos?
—Pues eres mi compañero.
—Si Frank pero yo me metí en esto, no tú.
—¿Y eso que?— preguntó Frank con una sonrisa— Creo que deberías entender que no estás solo Gee, si tú te metiste en este lío, pues salgamos juntos de él.
Gerard le dedicó una gran sonrisa al escucharlo.
Y Frank pudo observar un brillo peculiar que adoptaban aquellos ojos verdes que tanto le llamaban la atención.
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