D O S

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U T O P Í A


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A la mañana del día sábado me di el lujo de despertar tarde; cuando bajé encontré a mi hermana y mi padre tomando el desayunando. 

—Buenos días —saludó mi padre llevando a sus labios la taza de café. 

—Buenos días —me detuve en el umbral de la puerta. 

—¿Dónde vas, cariño? —cuestionó desviando su vista al periódico. 

—Quedamos con los chicos en ver unas películas —iría luego de dejar mi coche con el mecánico. 

—Saluda a Sebas de mi parte —sonrió mi hermana, coqueta. 

—No se fijaría en ti jamás —me burlé. 

Le conté a mi hermana el sentimiento que por el castaño había tenido y al mismo tiempo le supliqué para que no hiciera ninguna tontera intentando que fuésemos más que amigos, ya que a ella le encantaba disfrazarse de cupido.

—¿Quién es Sebas? 

Mi padre dejó el periódico e intercaló miradas entre Maiana y yo. 

Ambas nos miramos y sonreímos cómplices. 

—Es el hijo del señor Lerner. 

Mi padre elevó ambas cejas y luego quedó algo pensativo mientras asentía con lentitud. 

La familia Lerner y mi padre eran socios en la empresa. Por lo general organizaban eventos en los que ambas familias compartían de vez en cuando, así que mi padre los conocía a todos ellos incluyendo a Sebastian. 

—El chico Lerner —murmuró pensativo aún, tan bien le conocía que sabía que por su cabeza rondaba una idea romántica entre Sebas y yo.

Solo para que no hubiesen malentendidos dejé todo claro, —Es solo mi amigo papá. Estudiamos juntos desde que me mudé acá —me encogí de hombros —. Ya es algo tarde, debo irme. 

—¡Ten cuidado! —escuché a mi padre mientras iba directo a la puerta y sonreí. 

No quise mencionarle nada respecto al problema que mi carro presentaba así que antes de bajar tomé dinero de mis propios ahorros. 

Manejé con cuidado durante todo el trayecto, despacio y seguro para no causar ningún problema. No quedaba muy lejos el lugar, esa era una ventaja. 

Me encantaba la música, ¿A quién no? Y no había tiempo alguno en que yo no estuviera escuchándola. 

El reproductor de mi Nissan funcionaba a la perfección y en realidad lo amaba. Lo encendí y automáticamente el CD que mi madre me había dado como regalo de despedida se reprodujo. 

G R A V I T YDonde viven las historias. Descúbrelo ahora