N U E V E

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D I A B L O



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Se podía decir que había hecho mi mayor esfuerzo aquella noche. 

Sí, sí que lo había intentado de gran manera. 

Maiana había ayudado a prepararme y ya que yo no era muy buena para las citas —agregando los nervios que me carcomían— tuve que buscar en sitios web temas de conversación que podrían ayudarme en cualquier momento de la noche.

Dieter había quedado en pasar a recogerme y así lo hizo, fue por mí y luego nos dirigimos a una nueva cafetería en el pueblo. No era un lugar extremadamente elegante y tampoco muy romántico, pero no estaba tan mal para ser para ser la primera cita. Si es que eso era.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —preguntó cuando dejamos el tema de conservación anterior. Ya llevábamos bastante tiempo en el lugar, posiblemente éramos los únicos que quedaban.

—Adelante —respondí.

—¿Cómo conseguiste el número telefónico de mi casa? —cuestionó divertido y llegó justo lo que tanto le dije a Maiana.

—No sé si deba contarte —dudé con una sonrisa nerviosa. 

—Tengo derecho a saberlo —refutó —. Además, en serio que tengo mucha curiosidad y no te preocupes, no me molestará. 

—¿Sabías que la curiosidad mató al gato? —bromeé. 

—Al menos no murió siendo ignorante. 

Me estaba dando vía libre a que confiara en que no se molestaría por la forma en que lo conseguí, él parecía tan seguro de que no podría molestarle siendo el método que hubiese sido. Es claro que los actos de Maiana no fueron extremadamente correctos, pero eso nos llevó ahí, a pasar una noche tomando algo en una cafetería.y de alguna manera se lo agradecía.

—Bueno... digamos que mi hermana cometió algunos actos no tan lícitos —dije cada palabra con lentitud, revelándola y luego me encogí de hombros, intentando restarle importancia a la situación. 

Lo que al parecer funcionó porque al escucharme el pelinegro alzó las cejas y sonrió impresionado. 

—Tu hermana me cae mejor de lo que creí —fueron sus palabras y en esa ocasión fue mi turno para impresionarme. Ni un solo indicio de molestia o enojo. 

—Sí, es... ¡Agh, un día va a meternos en grandes problemas! —bajé mi rostro con las palmas cubriéndome. 

—¿No crees que estás exagerando? —rió. 

G R A V I T YDonde viven las historias. Descúbrelo ahora