C I N C O

97 12 112
                                    

I M A N E S 

Me observé en el espejo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me observé en el espejo. Me veía bien y no le quitaba crédito a mi hermana. 

Sonreí. 

Admitía que me gustaba mi propio físico, a veces, dependiendo el día y mi estado de ánimo. Aunque ese día no tenía un autoestima demasiado alto, aceptaba que mi apariencia se veía bien. 

Maiana apareció por detrás con una amplia sonrisa. 

—Te dije que haría magia. 

Negué con una risa corta y suave. 

—Deberías visitar más mi closet y menos el tuyo. 

—¡Oye! —me quejé —. Yo me siento bien y cómoda con lo que hay en mi closet, eso es lo que importa. 

—Pero a nadie le sienta mal un cambio de estilo de vez en cuando.

Se quedó detrás de mí. Observándome también con un atisbo de orgullo. 

La observé y luego a mí. Siempre creí que Maiana era mucho más hermosa que yo, siempre más simpática y extrovertida. La admiraba por la simplicidad con la que se desenvolvía con la gente, lo fácil que se le hacía tener amigos o como llamaba la atención de un chico de manera inmediata. Aunque sabía que yo tampoco pasaba desapercibida y aunque una vez fui similar a ella, ahora se me hacía mucho más difícil salir de mi área de confort. 

Maiana tenía un estilo de vestir mucho más romántico, creativo, seductor; mientras que el mío era más uno sport y natural. Éramos diferentes en demasiados aspectos.

Era un día muy soleado, casi o mucho más que el anterior, por lo que mi hermana casi me ordenó que sería ella quien elegiría mi vestuario para esa tarde. 

Estuve la mayor parte del tiempo probando shorts de tiro alto, hasta que ella encontró un vestido que se moldeaba a mi cuerpo pero sin cernirse por completo, a líneas blancas y azules, sin mangas y con cuello redondo. Nos encantó a las dos. Le pedí llevar unas zapatillas blancas y al menos en eso salí victoriosa.

Maiana recogió mi cabello en una coleta alta, hacía ya mucho tiempo que no lo recogía y a decir verdad me encantaba la forma en que hacía resaltar mi rostro. Por alguna razón me intimidaba llevar el cabello recogido, sentía que algo malo podría ocurrir si lo hacía o que podrían juzgarme por la cicatriz que llevaba en la nuca. 

Una cicatriz que, en lo personal, no me agradaba demasiado. Pero que esa tarde decidí por primera vez ignorar o al menos traté.

Observé mi reflejo una vez más. Me encantó y a la vez me abrumó. 

¿Era posible sentirse inseguro cuando te veías bien? 

Bueno, a mi me ocurrió. De pronto me contemplé tan diferente y hermosa que me asustó la idea de que los demás me notasen, que me vieran. Estaba tan distinta, absolutamente nada que ver con la Jade a la que todos estaban acostumbrados. 

G R A V I T YDonde viven las historias. Descúbrelo ahora