D O C E

27 5 11
                                    

E L L O S 

Sí, como había dicho

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sí, como había dicho. Necesitaba unas vacaciones. Pensar y relajarme podía ayudar a que todo entrara en mi mente y pudiera sobrellevarlo. 

Después de que Dieter se perdiera y todo cayera sobre mí, entré apresurada a casa y subí a mi habitación escuchando los llamados de mi hermana y papá. Pero los dejé atrás hasta que al fin Maiana se atrevió a entrar a mi habitación. Ya para ese entonces estaba haciendo mis maletas, preparando todo para escapar, como una cobarde. 

Necesitaba despejarme sin lugar a dudas y medir cada paso que tendría que dar o al menos en soluciones para ayudar a mi padre a pagar. Mi padre entró minutos después y pude ver la tristeza cruzar sus ojos, entendí que se sintió herido al verme, pero él también debía entender, aunque yo no le contara absolutamente nada de lo que Dieter había compartido conmigo. 

Quise decirle que no lo hacía por su culpa, pero no sabía si tenía permitido contar respecto a lo que era Dieter y lo que me perseguía. Supuse que no y aunque lo hiciera, ¿Iba él a creerme? 

No lo creo. 

Me sentí literalmente como la protagonista de Crepúsculo, escapando porque un vampiro desquiciado iba tras de mí. Nunca había sentido tanta empatía por Bella como en ese momento, justo cuando me encontraba en una situación similar.

Mi papá me pidió disculpas y las acepté, pero aún así mi decisión ya estaba tomada. Maiana dijo que se iría conmigo, comprendía su miedo porque me ocurriera algo, así que solo me encogí de hombros y dejé que ella escogiera que era lo más apropiado. 

Al final se dispuso a marchar también conmigo. 

Al despertar al siguiente día tomamos el primer vuelo de vuelta a casa, con mi madre. Donde creí iba a poder estar mucho más segura y alejada de todos los demonios. 

Después de llegar a casa con mamá, saludarla y platicar de algunas cosas con ella, fui a mi habitación. Continuaba igual que como la había dejado meses atrás, que fue la última vez que regresé.

El cuarto aún tenía todo lo que había dejado antes de mudarme con mi padre a Zanne, hacía cuatro años. No quise cambiarlo en nada. Las paredes eran de azúl marino, porque en ese entonces aquel era mi color favorito. Tenía un estante con los primeros libros que compré y que había dejado. La cama en el medio, con una mesita de noche al lado y una lámpara color gris.

Antes se me hacía muy cómoda, pero en esa ocasión cuando entré, se sintió tan solitaria y fría que era totalmente incómoda y desagradable.

—Aún hay ropa en tu closet —dijo mamá.

Y mi pecho tuvo una especie de estirón súbito, que dolió por la tristeza.

Volteé a verla, estaba en el marco de la puerta con una sonrisa de pura melancolía. Vi detrás de ella, las paredes también tenían un color ya bastante sombrío y que necesitaba una pintada.

G R A V I T YDonde viven las historias. Descúbrelo ahora