No te vayas

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Luego de las celebraciones de diciembre y enero, comenzó el segundo período de clases en el Estado de Florida...

Escolarizar a Jouta y a Jolyne fue muy difícil para Jotaro y Noriko, ya que en Florida no había escuelas habilitadas para niños superdotados como ellos. Por ende, al evaluar las capacidades superiores de ambos, las autoridades del mejor colegio de Orlando, tomaron la decisión de adelantar a los niños de curso.

Jolyne, al ser tan pequeña, fue adelantada a primer grado. Sin embargo, Jouta, con siete años, cursaba la escuela ya con niños de catorce años.

Siendo el más pequeño del curso, Jouta se enfrentó al bullying. Sin embargo, Joestar que se respeta jamás es victimizado y Jouta no era la excepción a esta regla. Los tres pobres imbéciles que se metieron con él terminaron perdiendo varias piezas dentales.

Cuando a Noriko la llamaron de la escuela para citarla a ella y a su esposo a una reunión, Noriko exhaló un largo suspiro:

-De tal palo, tal astilla… -. Se dijo pensando en su marido y en las anécdotas sobre su juventud relatadas por Holy.

Durante la reunión, ni Jotaro ni Noriko se dejaron intimidar ni por los padres de los otros niños ni por los maestros y defendieron a su pequeño hasta el final.

-¡Mi hijo sólo tiene siete años! ¡¿Qué más iba a hacer frente a tres idiotas abusadores?! ¡¿Dónde estaban los maestros cuando esto pasó?! -. Demandó Jotaro indignado mientras se recargaba en el escritorio del director para mirarlo cara a cara.

Los padres de los abusadores, la maestra de Jouta y el director de la escuela quedaron intimidados por la ira de Jotaro.

Al final, el arreglo de las piezas dentales de los abusadores quedó a cargo de la escuela y Jouta salió librado del problema con una sonrisa de suficiencia en sus labios.

Al llegar a su hogar luego de la reunión, Noriko se inclinó para ver a su hijo a los ojos y con una expresión seria le dijo:

-Creo que no hace falta que te aclare cuáles son las únicas circunstancias en las que puedes usar la violencia…

Jouta exhaló un suspiro.

-Sólo si mi integridad física o mi vida peligra… Lo sé, mamá… -. Respondió Jouta mirando a su madre a los ojos.

Noriko curvó una sonrisa en sus labios y besó a su hijo en la mejilla.

-Muy bien… -. Le dijo ella. Acto seguido, se incorporó y dejó atrás a padre e hijo, quienes chocaron los puños en complicidad cuando no estaba mirando.

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Luego del incidente con los tres bravucones, nadie más se atrevió a molestar a Jouta

o a Jolyne, por lo que ambos pudieron cursar con tranquilidad la escuela.

Para no dejar que sus hijos se sintieran solos, Jotaro y Noriko anotaron a Jouta y a Jolyne en muchas actividades extracurriculares. El lugar favorito de Jouta era el conservatorio de música y el de Jolyne era el dojo de artes marciales combinadas.

Si bien Jouta ya tocaba excelentemente tanto la guitarra como el piano, en el conservatorio perfeccionó sus técnicas y aprendió, además, a tocar el violín y a cantar. Cuando descubrieron su voz, sus maestros quedaron impresionados…

Para Jolyne hacer amistades en sus actividades extracurriculares fue fácil, pero no para Jouta, ya que él era más introvertido.

En el conservatorio de música, Jouta tenía a su mejor (o más bien único) amigo, Enrique Hernández o “Henry”, como al pequeño le gustaba hacerse llamar.

Rosas y espinas (Jotakak)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora