Un fúnebre deseo

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Una persona tan joven debería estar llena de esperanza, de sueños, de ansias por un nuevo día, abierta a las oportunidades, lista para cualquier prueba que venga, con las manos empuñadas, al igual que las de un recién nacido, pero yo solo quiero estar muerto.

Alguien tan remendado como yo, debería ser vuelto a hacer.

Dicen que Dios nunca te pondrá una prueba que no puedas superar, pero entonces, ¿qué fue de Marilyn Monroe o Veronica Lake? ¿Por qué no pudieron superar sus pruebas? ¿Por qué no puedo superar las mías? Que alguien nos dé justicia en el nombre de todos los desdichados.

En esta vida de arpegios, hasta la espiritualidad me parece descendente.

Yo era un soñador, anhelaba convertirme en un cantante profesional, pero caí del sueño a las pesadillas: ¿clemencia? Demasiado tarde... ya he satisfecho los deseos más infernales de cada hombre.

Una vez caminas por este sendero, ya no hay vuelta atrás. ¡Oh, me he vuelto insaciable!

Hay pocas cosas por las que luchar cuando tu único sueño se rompe en mil pedazos. En efecto, he caminado por los fragmentos que gritan: «¡Me he dado por vencido para siempre!».

Puedo escuchar las risas vencedoras de una mente rota.

Puedo escuchar las risas de mis hombres, se reproducen como una sinfonía.

Mi sangre titila y no lo puedo soportar: encima de ellos, debajo de ellos, me siento salvaje, indescriptible, corrompido y utilizado, pero saciado (por un momento, al menos).

Luego, en las noches, me gusta recordar las conversaciones que tuvimos, las analizo y hasta me rio de sus ocurrencias. Me gusta escucharlos, pues a diferencia de mí, ellos no se han rendido.

Me cuentan sus problemas: Joe estaba preocupado porque podía perder su empleo, Ismael teme fracasar en su nuevo negocio y Christopher tenía problemas con su esposa, de nuevo.

El común denominador es que seguían intentándolo y yo seguía preguntándome por qué no quiero hacerlo.

Entonces lloro de impotencia y pido por mi fúnebre deseo mortal: he rezado por la muerte más que por cumplir mis objetivos, pero continúo despertando.

Así que me preparo un café; sin azúcar. Siempre me ha gustado amargo, como el humo de sus cigarros, no me gusta lo dulce. ¡Alejen lo empalagoso de mí, ay!

Por eso no pude quedarme con Emmanuel, en esa casa frente al cafetal, porque él cree en las personas, en el amor y en la lealtad, él cree en las posibilidades y en el positivismo, él cree en todo lo que yo no soy.

De todas formas, él no estaba la mitad del tiempo, y cada vez pasaba más tiempo solo y tan solo debí contemplar los candelabros desde el sofá, con el tocadiscos reproduciendo a Nina Simone, pero a la mierda, el diablo encontró mi escondite.

Ahora huyo, de nuevo, en carros con hombres misteriosos que piensan que yo soy el misterio, pero cuando me desvisto eso es todo lo que hay.

Una persona joven no debería de estar sin hogar, sin propósito, sin felicidad, sin ganas, sin tranquilidad, no debería vivir con paranoia, tampoco con miedo a su sombra, ni debería ser un recipiente vacío intentando entregar lo que no tiene.

Alguien tan remendado como yo, debería ser vuelto a hacer, lo digo pianísimo para que no lo escuche mi infante interno.

Dicen que Dios nunca te dará una prueba que no puedas superar, pero Marylin Monroe, Veronica Lake, Sylvia Plath... por favor, que alguien nos dé justicia, en el nombre de los desdichados.

La casa frente al cafetal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora