Conocí a Dios en un hombre

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Hijo de Dios, hombre de fe. Si no supiera discernir entre la realidad diría que eres el altísimo y que estás en todos lados a cualquier hora.

Volvía a casa en el asiento trasero del taxi, veía las luces de la ciudad, me recordaron a los flashes de las cámaras, el escenario, los aplausos, el aire estaba lleno de amor y consumió la pobreza de mis malestares.

Estos días he estado reflexionando, si escucharas mis pensamientos estarías orgulloso, incluso a mí me da nostalgia creer en que se puede promover el bienestar y las bendiciones de la vida.

Y no pude evitar recordar que tú siempre fuiste despreocupado, dominabas tus emociones. Yo admiraba cómo podías acostarte sin inmutarte, sabías vivir. Me dijiste que no me preocupara, incluso cuando el miedo a la traición me hizo alejarme de todos.

Siempre fuiste la calma de mi tormentoso cerebro. En cuanto te marchaste, mi mundo se tornó negro.

Quería estar contigo: viajar, ir a las montañas como ermitaños, escribir el libro que siempre planeamos, recitar poesía. Tú gritarías al viento tus sentimientos y yo aplaudiría.

Ahora vivo entre las estrellas, pero ni la fama, ni los carros de lujo, ni siquiera las vistas de la riviera son capaces de llevarte lejos de mí, aún puedo verte entre el público.

Tus ojos brillan en cada persona, y vuelvo a las noches que pase contigo perdiendo la noción del tiempo, ahí donde tomaste mis mejillas con una mano y me dijiste que yo podía ser quien yo quisiera.

Pase meses en tu casa viendo mi reflejo en el espejo, no entendía que veías en mí. No sabía cómo un hombre podía enamorarse de alguien rencoroso, envidioso e invisible, pero tú siempre fuiste un visionario.

Contigo entendí la libertad. Ya no estoy atrapado en los salones oscuros de mi mente, ahora no exagero sobre situaciones en las cuales no hay que exaltarse.

No importa el lugar en el que estés. Dejaste tu marca en mí y en las noches cuando duermo, sé dónde me encuentro en realidad.

Aún enloquezco cada tanto, recuerdo que a mi locura la llamabas auténtica. Decías: es ahí cuando eres tú mismo. Ese era el momento en el que el azul de mi aura tenía un significado más fuerte que la tristeza.

Nunca fui la depresión y tampoco un objeto que servía para escuchar. Yo era más útil de lo que me di el crédito, yo merecía más que ser insultado por cualquier mediocre, yo siempre fui suficiente.

Pero me tomo querer sacarte de mi mente para darme cuenta.

Verás, intenté caer en los brazos de otro poeta (yo y mi delirio por los artistas), pero ambos sabemos que salir con uno es ahogarse en una copa de vino, así que me embriague. Y en su poesía intentaba encontrar la tuya, pero tan solo no podía compararse.

Seguí los consejos de los demás: rodearme de personas, y a pesar de que me construiste para estar solo, la belleza las mantenía a mi lado, pero tú, tú te quedabas por mi corazón.

Entonces los dejaba a todos para hallarte de nuevo, y en el intento de encontrarte, me encontré conmigo mismo.

Yo estaba ahí, acostado en un sueño profundo de tristeza y melancolía, sobreviviendo con litio.

Dios sabe cuántas canciones tristes trataron de mantenerme con vida.

Quizá al verme así, reaccioné, solo al ver todos mis moretones me di cuenta de cuanto había luchado.

Y al despertar comprendí por qué estabas enamorado de mí, entendí por qué creías en mí, y desde ese momento, estás en todos lados viéndome con ojos llenos de orgullo y admiración.

La casa frente al cafetal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora