X - El Cruce Maraz

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Asaf descendió rápidamente las escaleras hacia el amplio patio de acceso al castillo seguido de sus hombres, el duro peso de aquellos días se hacía sentir con toda su saña sobre su maltratado cuerpo pese a que por fin había logrado tener una buena noche de sueño acompañado de un buen desayuno... habían hecho la larga travesía a través del mar Agreste hasta las ciudad costera de Omer-Ka en Drogón para luego cabalgar varios días más, a ritmo extenuante, hasta la capital. El mensaje había sido entregado, pero aún había trabajo que hacer y pese a que el afamado héroe sabía que no era su obligación, ya que no mantenía ningún vínculo directo con el rey Edón más allá del conocimiento general de su existencia como monarca del reino de Drogón, se sentía con la responsabilidad moral de informar y advertir de aquella terrible amenaza a todos aquellos reinos con lo que al menos su rey Carlo había mantenido una buena relación. Algo grande estaba sucediendo, algo que hasta ese instante no lograba comprender en su totalidad, pero que sabía que marcaría a fuego el destino de cada habitante de la Tierra Conocida, así como ya había marcado el destino de él y sus hombres al despojarlos de su amado hogar en las islas. No podían permanecer pasivos frente a todo aquello.

—¡Muy buenos días comandante Asaf! ¿Ha tenido usted un buen descanso? —le saludó de manera cordial un hombre gordo vestido de túnica marrón que ataba con un cordón blanco con nudos.

Le salió al paso en cuanto tocó la calzada del patio. Asaf lo identificó inmediatamente como el maestro del castillo. A fin de cuentas todos los maestros solían vestir más menos parecido. Poco más atrás una niña de extraordinaria e inusual belleza parecía aguardar con cierto dejo de inocencia, vestía ropa típica de la realeza, aunque extrañamente era ropa de chico.

—Maestro... Peter —saludó el navegante algo dudoso. Los habían presentado el día anterior, pero entre tanto ajetreo y conversaciones no estaba muy seguro de haber acertado con el nombre.

—Exactamente —le sonrió el maestro para alivio de Asaf— ¡Le tenemos todo listo y preparado! Armas, provisiones, dinero... ¡Caballos descansados! Aunque también nos hemos tomado la libertad de seleccionar a un par de nuestros hombres para un viaje más ameno... —señaló a un par de soldados con armadura y el símbolo del dragón en el pecho que esperaban al otro lado de la calzada junto a los caballos y el guía.

—Oh no, no —se apresuró a contestar Asaf— Es crucial que cuenten con cada hombre capacitado en caso de que lo necesiten. Con el guía y mis hombres es más que suficiente —añadió intentando que su negativa sonase lo más cortés posible. El recuerdo de las islas en llamas invadió súbitamente su cerebro. Si Drogón planeaba al menos resistir lo suficiente hasta su regreso con las tropas de Flemister hasta el soldado más mísero e inexperto iba a ser importante, sin lugar a dudas.

El maestro Peter se mostró un tanto decepcionado. Asaf esperó no haberlo ofendido con su negativa, desconocía en gran medida las costumbres de aquel reino, pero aparte de la extrema necesidad de aumentar a los combatientes capacitados que requería Drogón en aquel momento también prefería trabajar exclusivamente con hombres de confianza. Después de todo conocía bien a sus soldados, a la mayoría los había entrenado él mismo y sabía que estaban más que capacitados para llevar a cabo la misión. No había razón alguna para sumar a otras personas.

—Entiendo —asintió el maestro finalmente— Y respetaremos sus deseos —le hizo una ligera señal al par de soldados que recibieron sorprendidos la orden de que se retiraran— Aunque antes de despedirlo también quería aprovechar de hacerle una pequeña petición personal —añadió Peter sonriendo con holgura.

Asaf se detuvo sorprendido, pero dado el carácter privado al que el maestro parecía apelar le ordenó a sus hombres esperarlo junto a los caballos. En seguida volcó toda su atención hacia él.

El Alzamiento De Las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora