Taka echó una ojeada desesperado hacia los alrededores buscando algo con que perseguir a Varys, si corría jamás lo alcanzaría, necesitaba una montura de manera urgente. Fue entonces que notó que a algunos escasos metros dentro del bosque estaban amarrados los caballos de los mercenarios. Su mente se iluminó al instante, dando gracias al cielo por tan oportuno descubrimiento. Corrió hacia ellos quejumbroso mientras se sujetaba la herida tratando de aguantar el dolor, cabalgar le iba a ser un tormento, pero si quería rescatar a Ereas no tenía más opción.
Cogió el animal más próximo que halló desatándolo a toda prisa, una yegua de mirada inquieta y pelaje descuidado, pareció no importarle el nuevo jinete, y sin más la montó a toda prisa ignorando el tortuoso dolor de su cadera. La azuzó de inmediato agarrando en breve un furioso galope que le maltrató la herida al punto de sacarle algunas lágrimas. El dolor era agudo, casi insoportable. Varys pagaría por todo ello, pensó Taka hirviendo de rabia, realmente le arrancaría su ponzoñosa lengua de cuajo una vez que lo tuviera entre sus manos.
Siguió veloz la huella a través del bosque. El camino que se abrió ante él era uno solo, por lo que no le fue difícil dilucidar hacia donde se había dirigido el repulsivo consejero. Cabalgó varios minutos hasta que divisó la blanca lona que cubría el carromato a la distancia, iba a toda velocidad, pero considerando todo el peso del oro que se habían robado no le tomaría mucho darle alcance. Azuzó a la yegua una vez más, la que respondió aumentando la marcha sin dificultad. Fue entonces que una flecha voló hacia su cabeza pasándole a centímetros de su cuero cabelludo. Taka ni siquiera había alcanzado a advertirla, por lo que agradeció la mala puntería del consejero, que asomado desde adelante, en el asiento de manejo del carromato, se disponía a cargar su arco para apuntarle una vez más, lo miró con profundo odio mientras ajustaba la puntería. Taka cambió de dirección con rapidez moviéndose hacia la derecha, saliendo del campo de visión de Varys. Un par de flechas no lo detendrían, había venido a asesinar al consejero y eso era exactamente lo que iba a hacer.
Varys volvió a lanzar una flecha moviéndose hacia el lado derecho del asiento del carromato. Taka alcanzó a divisarlo esta vez, apurándose a alcanzar el carro y posicionándose hábilmente en la parte trasera de éste, a tan solo unos cuantos metros. El rango de alcance del consejero era nulo en aquel sector por lo que la flecha ni siquiera lo rozó, pero puso de manifiesto a Varys de que su huida ya era completamente inútil, Taka lo había alcanzado. El guerrero se mantuvo un momento cabalgando ahí detrás analizando por donde saltar hacia el interior, debía matar a Varys y detener la marcha. Ahí dentro pudo ver al pobre Ereas amarrado en la enorme jaula que le habían preparado, le habían puesto una típica bolsa de lino negra sobre la cabeza, difícilmente podría adivinar lo que estaba sucediendo. En ese mismo instante Varys se asomó desde delante, por entre los cofres de riquezas robadas detrás de la jaula, lanzándole una nueva flecha al sorprendido Taka que lo advirtió tarde esta vez. La flecha le dio de lleno en la coraza partiéndose y rebotando con un latigazo hacia su rostro, la afilada punta y las astillas pasaron a milímetros de su cara. Taka lo miró enfurecido dirigiéndose veloz hacia el lado izquierdo del carromato, saltaría directo hacia el asiento de manejo y apuñalaría al infeliz consejero. Varys advirtió su treta y rápidamente cargó una nueva flecha para recibirlo por el sector que este había planeado, no obstante, el guerrero ya iba más preparado y en cuanto Varys se asomó le lanzó hábilmente su daga clavándosela profundo en el hombro, haciendo que soltara el arco que cayó para perderse irremediablemente bajo las ruedas del carro.
Taka saltó sin demora sobre Varys, el que al sentir el dolor de la daga incrustada en su hombro se tambaleó por un momento antes de sacar la suya propia para detener al intruso. El guerrero fue más veloz y antes de que el consejero alcanzara a lanzar cualquier tipo de puñalada le propinó tal golpe que el escuálido Varys cayó aturdido desde el asiento del conductor hacia el interior del carro quedando sumido entre la pila de cofres que allí se encontraban. Monedas, piedras preciosas y joyas rodaron ruidosamente por el suelo. Taka, en tanto, tiró sin mesura de las riendas, deteniendo casi de golpe a los caballos para luego agarrar violentamente al desgraciado de Varys que apenas si pudo mostrar algo de resistencia contra la enorme fuerza del guerrero. Lo bajó de un tirón desde el interior del carromato arrastrándolo hasta la mitad del camino.
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El Alzamiento De Las Sombras
FantasiEreas es el último de una raza pura y perfecta. Criado entre humanos, en el feliz y próspero reino de Drogón, jamás imaginará las terribles circunstancias que se avecinan tras encontrar a un misterioso y moribundo hombre en el bosque. Un hombre con...