4. "La santísima trinidad"

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05 de abril, 2286.
Palacio Hitachi

Algo en ella la hacía sentir extraña. Ese lugar... ¿Qué hacia ahí una solum como ella en un palacio como ese? Se levantó y tocó la alfombra de terciopelo que suavizó sus fríos pies. Caminó hasta el alto ventanal para dejar entrar el sol, y es en dónde se dio cuenta, al mirar su reflejo, que ya no era Idaly Morbus sino Azul Vancouver. Suspiró.

Todos ahí eran muy amables. La gente en general del palacio no la trataba diferente por ser inutilia, es más, la adoraban. Apenas se despertó tuvo miles de manos amigas que la vistieron formal y le sirvieron un delicioso desayuno polar. Y aunque afuera hiciera frío, adentro había una calidez gratificante.

—Buenos días, Azul. ¿Has dormido bien?

—Buenos días, señor Hitachi. Sí, dormí bien, muchas gracias.—Hizo una reverencia.

—Por favor, yo no soy el señor Hitachi. Sólo dime Igor... El otro puesto déjaselo a mi hermana. —aclaró Igor guiñándole el ojo.

Bajó al salón del hogar en dónde fue recibida ayer. En los sillones se encontraban Aldavinski y una señora mayor hablando por lo bajo mientras jugaban una partida de ajedrez. Se unió a ellos.

—Buenos días...

—Así que eres tú, querida...—dijo alegre la anciana mirándola con sus diminutos ojos tapados por sus arrugas. —Mi nombre es Nadezhda, soy la madre de Nadenka. Un gusto, pequeña...

—El gusto es mío, señora Nadezhda. Todos aquí han sido buena gente conmigo.

—Así que ya se están conociendo, eh...—sorprendió Nadenka por detrás con una taza en su mano. —Señorita Vancouver, sé que te acabas de sentar, pero...¿estás lista para hablar con el comité? Se encuentran arriba en mi habitación. Yo no estaré presente, pero si gustas, tu acompañante puede estarlo.

Azul miró a Aldavinski un tanto incómoda. Él le devolvió un gesto de indiferencia haciéndole saber que lo que ella decidiera estaría bien.
Con una cortés despedida dejaron a la anciana jugando sola para subir hasta la habitación de la Señora Hitachi. Cada escalón de aquella escalera parecía interminable, y no sabía si era por su dimensión o si se trataba de los nervios que cargaba encima. Al llegar hasta arriba, Nadenka les dio su bendición a cada uno antes de ingresar. Les abrió la puerta.

Adentro habían tres mujeres sentadas de espaldas a ellos, mirando por el ventanal aquel paisaje deshielado. Giraron sus asientos para recibirlos.

Las tres estaban vestidas de la misma manera: un overol marrón con unas botas de cuero acordonadas. Los botones y los cordones eran dorados, mientras que el cuello imperial, las suelas y la tapeta eran blancos. Aparentaban tener edades similares.

—Ustedes deben ser el comité... ¿verdad?—indagó sin recibir respuesta. Un silencio incómodo le erizó la piel.

—Sé quien eres, Idaly Morbus. —dijo seria la mujer rubia del medio.

Azul comenzó a hiperventilarse del miedo. Ya no estaba segura de lo que estaba haciendo. Sin embargo y con todas las ganas que tenía de escapar su cuerpo no le reaccionó. Aldavinski la tomó de la mano y la ayudó a retroceder lentamente, mas fue un error.

Las tres mujeres crecieron en un instante hasta alcanzar una altura considerable de dos metros. Aquel traje que tenían se esfumó para convertirse en tres diferentes vestidos que brillaban por sí mismos. Todo se les cambió: hasta las facciones y el tono de voz.

El Retorno De Los Sekunders© | Exanimun #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora