20 de junio, 2286
Residencia VancouverDos semanas pasaron desde el incidente en la casa de Julieta Rodríguez. Pobre mujer, aún permanecía en coma. La familia Vancouver hacía visitas periódicas, pero eran las pesadillas de Liberty lo que perturbaba la tranquilidad de la casa.
Allí estaba ella, recostada en su cama, lanzando una pelota de caucho al aire atrapándola una y otra vez. Se había aislado en su habitación, casi sin decir palabra alguna desde el accidente.
Liberty, en su mente, vagaba por un abismo del que no encontraba salida. Su cuerpo permanecía en este mundo, pero su espíritu estaba tan lejos de la realidad como deseaba estar.
—Privet, Svobody.
Liberty frenó la pelota. Miró la puerta sin interés, ya sabía quién estaba allí.
—Adelante.
—¡Liberty!—dijo Aldavinski, con la energía que siempre traía consigo al entrar en cualquier habitación—. Te traje algo.
—¿A mí?—respondió sentándose con cierto desdén.
—Da—dijo él sacando una pintura del interior de una bolsa. —. Es la primera que hiciste en mi clase. Pensé que te gustaría llevarla contigo.
Liberty la observó con una leve sonrisa.
—No puedo creer que aún la conserves.
—Da. Siempre pensé que era una de tus mejores. Aunque tú no parecías tan convencida —bromeó mientras se sentaba al lado de ella.
Hubo un breve silencio antes de que Liberty lo rompiera.
—Iré a Rusia.
Aldavinski dejó de sonreír por un segundo, evaluando sus palabras.
—Así que finalmente tomaste la decisión.
—No es sólo por mí, Al... —dijo Liberty, lanzando la pelota al aire y atrapándola de nuevo—. Es por todo lo que está pasando. Quiero escapar de todo esto. A lo mejor allá puedo ser yo, sin tanto peso encima.
Aldavinski asintió lentamente.
—Rusia te dará una nueva perspectiva. Pero... ya sabes que no puedes escapar de ti misma, ¿verdad?
Liberty sonrió amargamente.
—No estoy tan segura de eso. Quizás, con el tiempo, hasta conozca a alguien.
Aldavinski la miró, percibiendo el subtexto en sus palabras. El comentario parecía una defensa débil, una excusa para justificar algo más profundo. Ella había estado comportándose tan extraño los últimos meses que a nadie le sorprendía sus comentarios.
—Conocer a alguien está bien —dijo él—, pero primero debes conocerte a ti misma. Es la única manera de que cualquier cosa que construyas allá sea real, y no sólo una forma de huir.
Liberty rodó los ojos, pero no podía negar que había verdad en sus palabras.
—Y mira quién lo dice. El hombre que no se ha separado de Azul desde que regresó —replicó en tono sarcástico—. ¿De verdad me estás dando lecciones sobre amor propio?
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El Retorno De Los Sekunders© | Exanimun #2
FantasíaAzul Vancouver ha recuperado su nombre, pero su identidad sigue siendo un enigma. Atrapada entre la sombra de quien fue y el destino que le han impuesto, cada paso hacia adelante la sumerge en un abismo de dudas. ¿Quién es realmente bajo el manto de...