0. "Los orígenes"

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1 de julio de 2050,
Grense Jakobselv,
Noruega.

El día que la Tierra se extinguió.

La tempestad era incomparable. Los grandes aguaceros caían con ferocidad sobre el prado en el pequeño pueblo al este de Noruega. Todos los habitantes estaban corriendo por todos lados, nadie se quedaba quieto en su lugar. Sin embargo, entre medio de tanto caos, una mujer se encontraba serena y de la mano de su pequeño hijo. Ambos miraban cómo el ambiente estaba alborotado, pero desde sus lugares y con serenidad.

Los fuertes olores a azufre comenzaron a brotar de los costales de basura a pocos metros del centro. Madre e hijo se vieron obligados a correr hacia una cabaña de piedra muy cercana al cúmulo de gente. Totalmente despavoridos, se asentaron en la morada abandonada. El pequeño niño sostenía con fuerza una pequeña estrella negra de juguete.

—Mami, ¿qué está pasando allí afuera? —preguntó el niño.

—Están jugando al ladrón y policía, Foliet. Quieren atraparse entre ellos —respondió la madre con calma.

—¿Por qué no estamos jugando nosotros?

—No somos aptos para jugar a ello...

La tormenta se intensificó progresivamente, y adentro comenzó a hacer frío. Foliet se arrolló sobre sí mismo para conservar su calor.

—Mami... ¿Por qué querían llevarte los hombres de bata blanca antes de venir aquí?

—Esos hombres malos me quieren separar de ti, cariño. Tu padre los mandó para que me lleven a un lugar lúgubre al que no te gustaría visitarme...

—Ellos decían que eran de un hospital psiquiliquíátrico...

—Sólo están jugando al ladrón y policía... —repitió la madre.

Los sonidos naturales eran lo único que podía percibirse dentro de los estímulos sonoros. Afuera, en los prados, las personas gritaban palabras ininteligibles que llamaban la atención de ambos. De un momento a otro, un estruendoso trueno se expandió como una bomba en el suelo. La madre de Foliet gritó desesperadamente, abalanzándose sobre el niño.

—¿¡Qué fue eso, mami!? —preguntó el niño asustado.

La mujer se rió con desquicio.

—Mi cielo... Mi tormentoso cielo... —Acercó su temblorosa mano a las mejillas de él— Te amo con todo mi corazón, hijo mío...

—Mami, ¿por qué estás llorando?

La madre arrugó su cara, y de un breve momento a otro, las lágrimas cayeron de sus ojos. Abrió la boca para decir atrocidades.

—Tengo otro hijo que me está esperando en el otro mundo, en el mundo nuevo... —afirmó su mirada mientras se levantaba lentamente— Alguien más me está esperando para depender de mí... ¡Y TÚ SÓLO ESTAS ESTORBANDO!

—¡Mami, mami! ¿Qué estás diciendo, mami?

El cielo volvió a enfurecerse con descaro, todo se tiñó de gris. Afuera, la gente seguía incitando al caos. El oleaje del ancho río comenzó a abrazar la costa, el fin estaba cerca.

—Es hora de que vayas con Dios, mi hijo. Él te guiará a una mejor vida... Yo aquí tengo más hijos que crear, ¡PORQUE YO SOY LA CREACIÓN, SOY LA MUJER DE LA NOCHE!

La brava mujer tomó al niño con fiereza e impudor, sujetándolo de manera bruta y hasta violenta. Él trató de zafarse de los agarres, pero sus intentos fueron nulos. Ella lo arrastró forzadamente de las pilchas hacia afuera. Apurada, tomó el caliente mango de la puerta. Todo estaba siendo cubierto por el humo proveniente de la cercana quema. Arrojó a Foliet contra el desprolijo césped, lo miró.

—Mami... Me duele—Entre llantos tocó su cabeza—. Sólo tengo cinco, mami...

—Que en la próxima estación sean cincuenta...—Sacó un cuchillo que escondió en el escote de su vestido amarillo.

Foliet intentó escapar, pero fue en vano, ella lo agarró del pie izquierdo.

—Tienes las mejillas de tu padre...

—¡NO HAGAS ESTO, MAMI, YO TE AMO! ¡SOY TU HIJO! ¡MAMÁ, MAMÁ, MAMÁ!—gritó tapando su rostro con su juguete de estrella.

—Es hora de procrear más...

De manera instantánea y repentina, el cuchillo atravesó la mejilla del pequeño. Foliet no sintió nada, sólo un pequeño cosquilleo que duró un instante. Todo pareció haber sido no más que un triste sueño, pero apenas recordaba los hechos.

Abrió los ojos lentamente, sin embargo, su visión se vio interrumpida por un montón de hojalata sobre él. Logró sentarse incómodamente, entonces notó las rarezas a su alrededor. No había nadie, sólo estaba solo y en penumbras de un día a medio día, opacado por el cielo gris. Sin embargo, el ambiente era lo más normal entre todo.

Al pararse para caminar, las cosas se tornaron un poco más extrañas que antes.

—¿Qué es esto?

Jamás había visto el mundo desde una altura tan grande. Todo se veía mejor, más... Superior. Su aspecto se veía diferente, muy diferente. Ya no era un niño, sino que era un jovencito de poco más de veinte años. Sentía algo de frío, y si su visión no estaba alterada, su piel estaba callosa y ¿gris?

Caminó con arduo trabajo hasta salir de la hojalatería. Pudo pisar lo que parecía un suelo turbado, su espalda se sentía pesada. El ambiente desolado le daban sensaciones extrañas, un espacio liminal totalmente sombrío y escalofriante.

Llegó al río que en algún momento había sido su lugar preferido para nadar en las temporadas calurosas. Pese al gris de la niebla, pudo reflejarse en él... se asustó.

—¿QUÉ ES ESO?

Asombrado y atemorizado, vio como su dulce rostro de niño ahora causaba temor. De su cabeza brotaron cuernos, y en su mejilla izquierda un gran lunar apenas un tono más oscuro que su piel, en forma de estrella vertical, de cuatro lados, lo estaba marcando. Ya no era un niño, ahora era un monstruo.

El miedo lo poseyó inmediatamente, y para acompañar el desespero, su espalda pareció desgarrarse para brotar de ella un par de lo que parecían ser alas cubiertas de moco.

—Soy... Soy horrible...

Siguió mirando el turbio reflejo que, a cada segundo, más parecía empeorar. Las alas negras demoníacas sólo aseguraban reflejar el mayor de sus miedos. Sin más remedio que aceptar su nueva forma, intentó volar el ancho del río hacia el país vecino. Rusia, así le dijo. No sólo logró cruzar el río, sino que su rápido acostumbramiento logró llevarlo más allá que pocos metros.

Admiró la vista de los prados desde el aire, decidió bajar cerca de una península muy inundada. El paisaje le sorprendió, pero algo más le dio un alto brote de esperanza.

—¿Eso es...?—agitó su respiración—¡No soy el único!—sonrió.

Un hombre al igual que él comenzó a brotar entre el montón de basura. Comenzó a correr, pero en medio de la escena frenó en seco al ver sus diferencias. El otro era bonito, sus alas eran bonitas... El cabello largo y negro era igual al de su mala madre, y en su mejilla no había ninguna cicatriz de muerte... Se sintió inferior, y agonizó su esperanza.

El otro ser no volteó siquiera a mirarlo.

"Tu nombre es Folium Sekunder..."

Dijo una voz femenina en su cabeza que jamás volvería a olvidar. Más de doscientos años después, el triste recuerdo de su origen se presentó al ver cómo una nueva mujer mató sus deseos... Y ella ahora estaba parada enfrente de él.

El Retorno De Los Sekunders© | Exanimun #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora