15 de agosto, 2282
Compartimiento
Inutilia/Solum
Residencia MorbusViento helado entró por la ventana de su habitación, su gran habitación. Hacía años que no había un verano tan gélido como el de aquel año. Él temblaba, pero no de frío. La fiebre lo consumía el día de su cumpleaños número veinte.
Una mano amiga le sostuvo la suya al costado de la cama. Era la mano más suave y cálida que nunca había recibido.
—¿Por qué te quedaste en vez de irte con la familia? —preguntó Jeremy.
—No quería dejarte solo. Menos sabiendo que se acercaba tu cumpleaños —respondió Idaly con calma—. ¿Y tú por qué no fuiste a ese viaje?
—No dejaré nunca a mis chicos. Solumni funciona con la voluntad de sus maestros —suspiró—. No hay mejor arma que la educación para combatir la ignorancia.
—Ya estás delirando... —burló entre risas, apoyando su mano contra la frente de él. Sus mejillas ardían por la fiebre.
—Gracias por cuidarme, Idaly —dijo con gratitud.
—Siempre lo haré por ti...
Las risas se desvanecieron con el recuerdo. Al abrir los ojos, se encontró frente a una modesta casa al sur de Spring Valley. Avanzó pocos pasos y golpeó la puerta a mitad de la madrugada. Esperó un minuto. Sabía que estaba ahí, sabía que saldría por ella. Y salió.
Un joven de veintitantos tiró del picaporte y salió. Levantó la mirada del suelo para conocer a su nocturno visitante. Era ella: la única persona capaz de hacerlo levantarse de la cama.
—Sé que es muy tarde y lo siento. Lo siento por todo. Por dejarme estancar, por dejarme engañar, y por permitirme echarte de mi vida cuando solo me querías proteger. Si tan solo te hubiera hecho caso... Nada podrá alterar las consecuencias, pero juro que no volveré a silenciarte. No sé qué siento por ti, ni por mí, ¡ni qué sentir de todo esto! —gritó exasperada. Se tumbó de rodillas al suelo—. Pero si algo sé hoy es que aún hay tiempo de hacerlo diferente. Y esa diferencia comienza dejando de lado mi orgullo y pidiéndote, postrada, que me perdones.
Él la observó desde arriba, con lágrimas en los ojos. Estiró su mano para que la tomara.
—Levántate —exigió, triste y apenado—. Levántate, que las estrellas no se doblegan ante simples mortales. —Tomó su mano y la ayudó a pararse—. ¿Cuidarte? ¿Protegerte? Siempre lo haré por ti...
Azul se alzó lentamente con la ayuda de Jeremy. Cuando tuvo los dos pies sobre Exanimun, se abalanzó para abrazarlo como nunca antes lo había hecho. Él le devolvió el gesto con aún más fuerza y ganas.
—Lo siento, Jer. En serio lo siento.
—Te perdono, Azul. Descuida... Ya pasó. —Enredó su mano izquierda en su cabello para afirmar la unión. Hacía años que no se abrazaban así. En el silencio de la noche, se escuchaban los sollozos de ambos—. Ya que viniste hasta aquí, no dejaré que te vayas hasta dentro de un rato. Por favor, quédate hasta que amanezca —suplicó.
—No quisiera otra cosa en este momento. —Se separaron para verse. Azul sonrió—. ¿Puedo pasar?
Él le devolvió la sonrisa con mayor intensidad. Jaló de su mano suavemente y la llevó al interior. La casita de Jer no era ni de cerca tan grande como la que había crecido, pero era lo suficientemente humilde y modesta como para pasar desapercibido. Se podía apreciar el desorden de su cama por haberlo despertado.
—¿Té? —preguntó amablemente el residente.
—Por favor.
Ambos adultos disfrutaron de una amena charla sin incomodidades de por medio. Aquel perdón era necesario para tranquilizar su mente. Sin duda, para él fue un alivio al corazón volverla a ver.
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El Retorno De Los Sekunders© | Exanimun #2
FantasyAzul Vancouver ha recuperado su nombre, pero su identidad sigue siendo un enigma. Atrapada entre la sombra de quien fue y el destino que le han impuesto, cada paso hacia adelante la sumerge en un abismo de dudas. ¿Quién es realmente bajo el manto de...