Capítulo XII: Primavera.

8 2 0
                                    

"Es verano y tengo calor, pero yo pensé que era
por mi repentino brote de amor, plena primavera.
Tu risa y mi bobera, me hacen pensar en la primavera.
Tu risa y mi bobera, me hicieron creer que era primavera"

Experimentar las sensaciones de un beso no era poca cosa, definitivamente no lo era, ¿Y cómo no sentirse así cuando percibes a la otra persona con las mismas ganas que tú? Las caricias, lo leves jalones de cabello, la calidez del cuerpo ajeno, los labios danzantes y húmedos sobre los propios, la exigente atracción junto la insatisfacción de sentirse separados. Ninguno pensaba con demasiada claridad cualquier otra cosa fuera de aquel beso, ¿Y por qué hacerlo cuando estaba siendo tan condenadamente bueno?

En algún punto Santiago ladeó mucho la cabeza, la intensidad con la que la lengua de su amigo entró a su boca lo hizo estremecerse y soltar un par de jadeos, sus caderas fueron sujetadas con firmeza por las manos de Ezequiel, ambos miembros se rozaban constantemente, lo que encendía todavía más el entusiasmo entre ambos jóvenes.

El beso se prolongó bastante, como si ninguno de ellos estuviera dispuesto a ceder a la falta de aire o a un descanso pequeño, ¿Era el miedo de enfrentar la realidad o solo una alteración de las hormonas? Tal vez solo era mucho de ambas posibilidades, la verdad ni siquiera importaba replantearlo. Santiago era hermoso, desde el sincero y pasional punto de vista de Ezequiel, una hermosa persona que aceptaba los defectos ajenos a cambio de una sincera amistad, lo quería mucho; tenerlo debajo de él haciéndolo sentir un montón de emociones con el simple roce de sus labios lo encendían por completo. No quería dejarlo ir, quería hacerlo sentir todavía más, quería hacerle el amor allí mismo.

Diablos, alguien abrió la puerta principal.

Inmediatamente se separó de su amigo, Santiago se sintió abrumado por la abrupta ausencia, mantuvo la boca entre abierta de manera inconsciente, quería que los besos continuasen. Ambos tenían el corazón acelerado, Santi miraba a Ezequiel y este mantuvo sus ojos en la puerta de la habitación.

—¿Qué pasa? –Estiró una mano hasta alcanzarle la mejilla, Ezequiel pareció relajarse un poco con el tacto y lo miró con ternura.

—Nada, alguien de mi familia llegó –intentó parecer tranquilo, pero evidentemente no lo estaba.

—¿Qué tienes? –Insistió, preocupado.

Ezequiel se aproximó para darle un beso casto en sus labios.

—Mi familia es homófoba.

Abrió los ojos con total sorpresa.

—No sabía que te gustaban los chicos.

—No me gustan los chicos, me gustas tú, que seas un chico es otra cosa –le sonrió.

Entendió el significado de sus palabras, las mejillas de Santiago se avivaron, sus manos se aferraron a los bordes del sillón puff y la culpa lo consumió, ¿Qué mierda estuvo haciendo? Él veía a Ezequiel como un amigo, solo se dejó llevar por la calentura del momento, ¿Cómo iba a explicárselo sin sonar como un cretino? No quería lastimarlo, pero fingir que le correspondía era sin dudas mucho peor.

—Creo que es mi hermana, déjame ver, si es ella no hay rollo. Ah, y retrocede la película hasta donde nos quedamos, por favor –le dio un besito en la mejilla antes de retirarse del cuarto.

Santiago cubrió su avergonzado rostro entre sus manos, no tenía la más mínima idea de cómo salir del problemón en el que se involucró sin terminar lastimando a Ezequiel. Maldita sea, él mismo negó el romanticismo en las acciones de su amigo para no ilusionarse, ¿Y ahora le salía con que gustaba de él? Que ganas tan cabronas de pegarse un tiro.

Lo malo de ser bueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora