Mystery of Love

Acerca de la muerte.

«Nadie ha muerto del todo hasta que mueren las ondulaciones que ha provocado en este mundo: hasta que se para el reloj al que dio cuerda, hasta que fermenta el vino que preparó, hasta que se recoge la cosecha que plantó.»

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13. Acerca de la muerte.

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Kakashi recordaba esa casa como una parte innata en su memoria. Con pisos de madera exquisitamente pulida, y techos bajos de arquitectura tradicional, siempre se sentiría como el palacio de un samurai.

Dio un paso dentro del recibidor, descalzo como siempre andaba, no tuvo que detenerse a quitarse las sandalias. Padre se enojaría cuando lo viese con los pies desnudos, pero Kakashi ya era un hombre, solo recibiría una mirada aprensiva. El frio del piso le trajo a Kakashi un recuerdo desagradable que no pudo evocar en su totalidad. Recordaba sus oídos bloquearse, y sus piernas empezar a adormecerse en algún lugar tras la rodilla, pero llanamente no podía recordad qué hacía o sobre qué era. De igual modo, Kakashi se dejó guiar por el impulso inexplicable de adentrarse en su casa.

La sala vacía como siempre, los sirvientes hacía mucho que habían sido despedidos, y desde entonces Padre se encerraba horas completas y hasta días en el dojo. Cuando se percató de lo que hacía, Kakashi se encontró a si mismo corriendo sin explicación hasta allá.

Sus pies rechinaron contra la madera, y tras la puerta corrediza de papel de arroz pudo ver una figura agazapada.

—¿Chichiue? —le llamó. La forma que acostumbraba a llamarlo cuando Padre debía verse con Danzou-sama.

El silencio le recibió.

Como si fuera solo un espectador dentro de su propio cuerpo, Kakashi vio la mano pequeña y frágil de un niño moverse hasta la puerta.

—¿Otou-sama?

No podía detenerse, su cuerpo se movía de manera automática.

"No lo hagas. ¡No la abras!"

—¿Papa?

Cuando abrió la puerta la figura de su padre estaba sentada de espaldas a él. El tantou que colgaba entre sus reliquias estaba a su mano derecha, limpio, sin una gota roja que pudiese empañarlo.

—Kakashi-Kun, ven a sentarte conmigo.

Su cuerpo se movió en piloto automático. Kakashi quería dar vuelta atrás, quería dejar de mirar y aun así no podía, él y el cuerpo de un niño donde habitaba, se movía grácilmente hasta su padre.

—¿Por qué andas descalzo?

—Lo siento, padre.

—Escucha, Kakashi-kun. Ya eres un niño grande, debes utilizar zapatos, comer tus berenjenas, practicar Kendo y bañarte siempre que puedas.

—¡Padre por fin practicara conmigo!

—No hijo mío, me iré por un largo tiempo. Tú lo harás bien solo, eres un buen niño, Kakashi-kun.

Kakashi salió del dojo casi del mismo modo en el que entro, muy ligero, sintiendo el frio de la madera calarse hasta sus huesos, mirando su hakama, con los ruedos impregnados en rojo dejando un rastro sanguinolento por toda la casa.

—¡Kakashi-kun!

Como si su voz le siguiera aun después de la muerte.

—¡Kakashi!