introducción

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mateo
19 de febrero 2021, Buenos Aires Argentina

Caminaba por las tristes calles de Buenos Aires con esperanza alguna de cruzarla, de poder volver a verla, de repetirle cuánto la ame y cuánto la voy a amar por el resto de mí vida.

Lola... Sí, mí lola.

Tenía apenas quince años cuando la conocí, todo empezó como un juego, como un simple juego, pero siempre hubo algo en ella que me cautivó.

Capaz era su forma de ser, su forma de vestir, sus ojos con ese color raro, pero hermoso, o su pelo oscuro, no se, pero había algo en ella qué al instante me atrapo.

- Mateo, ella es lola, es hija de Ana- dijo mí papá presentándome a la morocha qué llevaba mirando desde qué llegó.

Hoy es el cumpleaños de papá, decidió invitar a algunos amigos y familiares.

Sabía perfectamente quién era Ana, era la mujer de kike, el mejor amigo de mí papá.

Pero lo qué no sabía, es qué tenía una hija tan linda...

- Hola lola- la saludé, ella me dedicó una sonrisa y me dió un beso en el cachete.

- Hola Mateo, me llamó Adara, pero decime Lola- sonreí ante su acto, mí papá había desaparecido de mi campo de visión, eramos solo ella y yo.

Nos pusimos a hablar sobre nuestras vidas y fue en ese momento, donde nuestra historia empezó.

Sonreí al acordarme de ese día, pasaron cuatro años y parece qué hubiera sido ayer.

Miré como el cielo se empezaba a nublar, bufe y apuré el pasó.

Lo más interesante del camino fue ir pateando esa piedrita qué había en la vereda, aveces levantaba la vista y veía qué algunas personas me miraban raro, nos los culpo... Estoy demacrado.

Divisé la gran casa color blanca, y después de unos segundos me dispuse a tocar el timbre.

Pasaron unos dos minutos, hasta qué la puerta se abrió dejándome ver al kike.

- Hola Mateo, pasa- dijo haciéndose a un lado, le dí una medía sonrisa y entré a la casa.

Me saqué la capucha del buzo y lo miré.

- ¿Alguna novedad?- pregunté, él me miró apenado.

- Te estabamos esperando, tenemos qué hablar- dijo Ana apareciendo con una bolsa color azul... Azul, su color favorito.

Ana empezó a caminar hacia el comedor, yo seguí sus pasos.

Me senté en una de las sillas frente a ella y kike se sentó a su lado.

- La dejaron de buscar- mis cejas se hundieron.

- ¿Cómo qué la dejaron de buscar?- pregunté exaltado, Ana asintió.

- Me llamaron esta mañana, al tener sus dieciocho años, ya es mayor... Por lo tanto ya no la coincidieran cómo desaparecida, si no cómo fuga- comentó kike.

- ¿Fuga?, no entiendo- dije tratando de procesar lo qué me estaban diciendo.

- Fuga, cómo si se hubiera ido por su propia cuenta- contestó el.

- Se fue por su propia cuenta- aclaró Ana, eso lo sabía, sabía perfectamente qué ella se había ido por su cuenta, qué se había escapado de sus problemas.

Y qué su mayor problema, era yo.

Fui un hijo de puta, el más grande de todos, no la supe cuidar, no quise enfrentar la situación y ella decidió dejar de pelear, decidió irse... Y nadie sabe a dónde.

Ya había pasado un mes, el peor mes de mí vida y el más largo de todos.

Ayer ella cumplió sus dieciocho años y puedo jurar qué fue uno de los días mas duros del mes, después del día en el qué se fue.

Llevaba alrededor de medía hora tratando de comunicarme con Lola, le dejé mil mensajes y la llame innumerables veces, nunca contestó mí llamadas.

- ¿Por qué no vas a su casa?- preguntó Camilo, lo miré- hace más de medía hora estás ahí, y no hay señales de ella.

Asenti y me levanté del sillón, agarré las llaves del auto de mí papá.

- Ya vuelvo- dije antes de cerrar la puerta, me parecía realmente raro qué no me contestará, lola siempre tiene el celular a mano.

Mis nervios aumentaban, traté de mantenerme tranquilo y manejar lo mejor posible hasta su casa.

Después de todo, seguramente llegué y todo sea un delirio mío... Seguro cuando llegue me va a atender su mamá y me va a decir qué lola está arriba, durmiendo su siesta.

Después de unos minutos llegué, me bajé apresurado del auto y toqué el timbre.

Kike abrió la puerta, tenía los ojos rojos, cómo si hubiera estado llorando por horas.

- Mateo, ella se fue...- sentí una punzada en el pecho, esas cuatro palabras, solo esas cuatro palabras... Bastaron para destruirme por dentro.

Mí peor miedo, se estaba volviendo realidad.

El miedo a qué ella me deje, a qué ella se vaya y no quiera lidear más con migo, se estaba volviendo realidad.

- Ella dejó ésto antes de irse- la voz de Ana me hizo volver a la realidad, la bolsa azul estába frente a mí, la mire sin entender- no te las quise dar, tenía la fe de qué ella volviera, pero no lo hizo. Creó qué tenés el derecho de saber porqué realmente se fue- elevé una de mis cejas y abrí la bolsa, tenía un cuaderno color azul con flores amarillas.

- Yo... Me tengo qué ir, gracias por todo- dije levantandome dé la silla, ellos asintieron y también se levantaron.

Les dí un beso en la mejilla a cada uno y empecé a caminar hasta la puerta con la bolsa azul entré mis manos.

Sentí unos pasos atrás mío, era kike.

Me abrió la puerta, pero antes de salir lo escuché hablar, me gire a mirarlo.

- Perdona su trató, ella... Ella solo está un poco sensible- le dí una sonrisa de lado y asenti.

- Está todo bien kike, me lo merezco... Después de todo, lola se fue por mí culpa y créeme, eso lo tengo más qué asumido- él me dedicó una mirada triste y puso su mano en mi hombro, le dió un apretón.

- Ella te amaba- suspiré.

- Me amaba... Pero la lastimé, no supe cuidar ese amor qué me brindaba día a día- me sentía mal, me sentía súper mal, el vacío qué tenía adentro no lo iba a poder llenar con nada, ella no solo se fue, si no qué también se llevó una parte de mí qué me va a costar mucho tiempo recuperar... La felicidad- nos vemos kike, gracias- el negó y me sonrió, me dí vuelta y empecé a caminar.

Una llovizna empezó a mojar mí peló, me puse la capucha y caminé más rápido.

Me moría por llegar a mí casa y ver el cuaderno, pero presentía qué algo bueno no era.

perenne | trueno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora