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Después de una larga semana en la que los Pogues a penas habían tenido tiempo para verse, por fin había llegado el viernes y, con ello, el tiempo que los cinco amigos necesitaban para pasar un buen rato juntos. A pesar de que la sección de metereología había predicho todo lo contrario, estaba completamente nublado y hacía mucho viento, por lo que no era difícil suponer que se avecinaba tormenta.
Aunque todos tenían ganas de pasar la noche en la playa, ninguno puso pegas al plan que propusieron Lee y John B: pasar la noche en el Château jugando a juegos de mesa y viendo películas de miedo.
—JJ, ¡se van a quemar las palomitas! —protestó Pope, pasando por al lado del rubio para llegar al microondas. JJ, que hasta ahora, parecía estar demasiado ocupado mirando a Lee y tratando de no reírse de lo molesta que parecía por haber perdido jugando al Monopoly —porque, por supuesto, estaba convencida de que JJ había hecho trampas —, pestañeó un par de veces y miró a su amigo.
—Tío, tranquilo, que las tengo controladas. —Pope lo fulminó con la mirada, ante lo que JJ rodó los ojos y se giró, quedando de espalda a los demás y colocándose junto al moreno.
—Te está hablando de las palomitas, no de Lee, eh —susurró Kie, apoyándose en la encimera junto a sus amigos, con un claro tono burlón y consiguiendo que JJ se sobresaltara. Pope soltó media carcajada, que en seguida trató de disimular aclarándose la garganta.
—¿Qué? —JJ frunció el ceño.
—No, nada. —Kie presionó los labios en una línea recta, tratando de no reírse y se encogió de hombros mientras le daba una palmadita en el brazo. JJ frunció un poco el ceño y miró a Lee de reojo, sintiendo su corazón acelerarse al ver que estaba riéndose con su hermano.
—Coge las palomitas y vamos, campeón —se medio burló Pope también, dándole una palmadita en el brazo y tendiéndole el cuenco en el que había vertido todas las palmitas.
Antes de que JJ pudiera decir nada, sus dos amigos se adelantaron un par de pasos, dejándolo a él en la cocina y con la mirada puesta en las palomitas, todavía algo abrumado por la situación y por lo fuerte que sentía su corazón golpear su pecho. Tampoco la había mirado tanto... ¿Verdad?
—¿Vienes? —preguntó John B, desde el sofá. JJ levantó la cabeza un poco y asintió rápidamente, obligándose a coger una buena cantidad de aire. Antes de dirigirse hacia sus amigos, se volvió a girar sobre sí mismo para acercarse al frigo y coger una lata de cerveza, ya que la suya se la había acabado hace rato.
—¿Queréis?
Sin embargo, antes de obtener ninguna respuesta, Lee pasó por debajo de su brazo, que estaba manteniendo la puerta del frigo abierta y se colocó entre él y el interior. JJ alzó una ceja y, tras dejar el cuenco de palomitas en la encimera estirando únicamente el brazo para no tener que moverse, apoyó el codo sobre el hombro de la pecosa y miró hacia abajo, sintiendo su boca secarse al darse cuenta de lo cerca que estaban sus cuerpos. Aun así, sacudió un poco la cabeza y se inclinó levemente hacia delante. Ella giró levemente la cabeza y lo miró de reojo, entrecerrando un poco los ojos.