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—Toma esos papeles de allá y llévalos a la oficina de tu padre antes de que den las cuatro, necesita revisarlos lo más rápido posible.
—Claro madre —respondió Yeonjun rodando los ojos. Caminó por el largo pasillo con ventanas de cristal, todos los adultos a su alrededor le miraban con odio, incluyendo la secretaria la cual conocía desde pequeño.
A veces Yeonjun odiaba su vida, a pesar de tener el dinero del mundo, poder hacer lo que quisiera e ir a donde quisiera, odiaba su vida.
A veces también pensaba, "¿Qué debería hacer para sentirme vivo, tener una razón para seguir los pasos de sus padres sin querer desaparecer?" y entonces pensaba que lo único que las personas creían necesario después del dinero, el amor.
Yeonjun solo había conocido el amor dos veces en su vida, el primero fue aquel hombre el cual por momentos había detestado, aquel hombre que era como un tierno niño de diez años, pero uno tímido, callado y dulce, a veces inocente. Jung Wooyoung, la segunda persona por la cual llegó a pensar que daría la vida si le ocurriera algo.
Aún recordaba cuando lo había conocido en sus clases de boxeo. Yeonjun tenía quince años –justo en dos días cumplía los dieciséis- y Jung Wooyoung era el ayudante del entrenador principal, él realmente no amaba el boxeo, pero el entrenador era su hermano mayor, cosa que odiaba ya que su madre lo obligaba a trabajar con él en aquella famosa institución de boxeo. Yeonjun había notado como Wooyoung no decía nada en ningún momento, realmente a penas y parecía respirar, cosa que a Yeonjun le interesó, quería saber qué clase de persona era aquel hombre.
Y no tardó mucho para que los botones correctos se apretaran en él, para que de repente se encontrara acorralando a Wooyoung en uno de los baños públicos del lugar.
—¿Te gustan los chicos? —Wooyoung frunció su ceño—. Lo siento, soy directo. Me llamo Choi Yeonjun.
—Lo sé, tu entrenador es mi hermano. Y mi sexualidad no te incumbe —Yeonjun sonrió y se cruzó de brazos.
—Dame tu número y te dejo de molestar, puedo ser pegajoso cuando me lo propongo.
—¿Si te lo doy dejarás de mirarme siempre que estamos en clase? Mi hermano piensa que debería golpearte —el pelirosa se encogió de hombros y se acercó, tomando el celular de Wooyoung y anotando su número en él.
—No te prometo nada. Llámame —Wooyoung rió y Yeonjun también lo hizo.
Yeonjun había pensado que Jung tenía la sonrisa más hermosa de todas.
Después de aquel día, Wooyoung no había llamado o tan siquiera le había mandado un mensaje. Yeonjun pensó que necesitaría hablarle de nuevo, pero en realidad no había sido necesario ya que justo en ese momento, luego de salir de las duchas públicas, vió a Wooyoung fuera de ellas con su celular en su mano y mirando a todos lados.
