Capítulo 23

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Enical

Carolina estaba frente a mí acomodando libros en el estante de la pequeña oficina que compartíamos, yo me mordía la uña pensando en cómo empezar para explicarle que salgo con el jefe de nuestra jefa.

Hasta el viernes mi cita era Bart, pero Antonio fue bastante obvio al tomarme de la mano y ella nos vio, aunque tampoco me conto lo de Theodor.

-Así que...tú y Theodor- inicié cobardemente a ver qué tal.

-No es algo de lo que me sienta orgullosa- confesó acomodando una carpeta, suspiró cansada -Es un idiota, no puedo negar que aún me gusta, pero es un idiota- agregó presionando los dientes -Cambiando de tema, no soy la única con novedades. ¿Cierto?- indagó alzando una ceja, le sonreí como niña en problemas y me regaló una sonrisa de alivio.

-Yo...Lo siento, salir con el jefe de tu jefe no es algo que quieras hacer público y en mi defensa fue hace unos días, ni yo me lo esperaba- relaté con las mejillas encendidas.

-De eso quiero enterarme- se acercó interesada mirándome como si fuera la pantalla de un cine -A Antonio nunca se le ha visto chica cerca por más de un par de semanas, habían apuestas de que era gay.

-¡Se los dije! No era la única- exclamó emocionada la Dark.

-Pero, tú vas a tener la suerte de comprobarlo- susurró guiñándome un ojo antes de irnos a almorzar.

Deslicé el vestido de encaje negro en mi cuerpo, era algo gótico y me encantó en cuanto lo vi, me maquillé con delineador oscuro y labial morado. Sabrina al verme así siempre me decía que estaba disfrazada porque bastaba conocerme para saber que era como un malvavisco...mi mejor amiga nunca se ha guardado lo que piensa.

Los recuerdos volvieron...mis padres, Aferi, Adrián siendo un niño universitario, Sabrina siendo independiente y aventurera.

Hay cosas que recuerdo orgullosa y otras de las que me arrepiento, haber tirado el teléfono de Derek a la carretera en vez de reconocer que ambos nos equivocamos, por ejemplo, preferí salir corriendo mientras él maldecía al ver su costoso teléfono hecho añicos.

Bueno, las risas no faltaron cuando se lo conté a Sabrina y Adrián, después de mi berrinche diciendo que él era el amor de mi vida.

-¿Acaso es Orlando Bloom? No, entonces no llores por él, mujer, no vale la pena- me gritó Sabrina sacudiéndome por los hombros -Ni que la tuviera tan grande, vas a ver los que te voy a presentar- me guiñó un ojo -Ahora chupa- ordenó poniendo el vaso de vodka en mi boca, sus métodos para animar no eran delicados en lo absoluto.

Una lagrima se me escapó al recordar esa noche, Adrián comprándome pizza, helado, chocolates y dulces, amenazando con cocinar él mismo si no me animaba.

La imagen de Antonio se apareció, sus canciones de fondo, Adrián imitaba los pasos, aunque era un desastre, Sabrina encima de la mesa cantando como si diera un concierto hasta que se cayó de culo y si no fuera porque Adrián amortiguó su caída de seguro se rompía algo.

Yo estaba en el sofá con los ojos hinchados riéndome como retrasada mientras tragaba helado de mora.

-No sé cómo, pero prometo que volveré a verlos- susurré, más como consuelo a no despedirme de ellos en mi memoria.

Creo que, si en un mundo paralelo Antonio los hubiese conocido, Adrián le contaría mis historias vergonzosas y Sabrina le gastaría bromas para probar su paciencia, sí, así habría sido sin duda.

Estaba estudiando cuando llegó un mensaje de Antonio, me invitaba a cenar a su casa, me habría encantado ir, pero sé que si no termino de repasar me atrasaré y no podré hacer lo que planeo.

Estaré a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora