Capítulo 30

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Enical

Me acomodé el vestido con cuidado de no mover mucho mi cabello recién laceado, según yo estoy irreconocible, también quería plancharle el cabello a Carolina, pero hasta acabar llegábamos al bar mañana.

El alivio recorrió mi circulación cuando vi el lugar, no había luces psicodélicas o algún rincón oscuro de besuqueos, luces doradas y blancas iluminaban todo, el local era amplio, música que rozaba delicadamente el ambiente, con muebles de madera oscura muy bien cuidados que le daban el aspecto de ser un lugar para beber y charlar tranquilamente, muy Antonio.

El gigantesco muro de madera que llegaba hasta el techo, detrás de la barra, exhibiendo botellas y copas peculiares me impresionó, reconocí a Antonio casi de inmediato, estaba sentado en la barra con su cabello en una coleta baja, pantalón marrón y una camisa azulina que contrastaba con su piel, a su lado estaba Theodor en una camisa blanca y pantalón mostaza, ambos de espaldas.

No les veía las caras, pero ya estaba nerviosa, ese nerviosismo triste al saber que no era como hace unos meses, donde lo veía de lejos y corría a abrazarlo o asustarlo, no, ahora era una inquietud punzante de estar infraganti queriendo observar y no ser observada, lastimada sin lastimar.

-Enical creo que nos están mirando- me susurró Carolina mirando a los chicos que le sonreían, me sacó del trance -Mejor vamos a una mesa antes que alguien se nos acerqué- su tono fue de nervios y asco apático.

Asentí antes de caminar a una mesa cercana, tiene razón, los chicos nos miran, por un lado, me siento orgullosa porque eso solo quiere decir que hice un trabajo estupendo con ambas, pero si llamamos mucho la atención ellos nos notaran.

¿Y si Antonio vino a buscar a otra modelo de conquista? No, no estoy lista para ver eso, verlo coqueteando...

-Jo...lo que faltaba, tenemos que ir a la barra para pedir- se quejó Carolina en voz baja, sus ojos brillantes y más resaltados gracias al maquillaje se veían de caricatura por su miedo a que nos atraparan.

-Una chica tiene que hacer lo que una chica tiene que hacer- le susurré, acercarnos no era una opción.

Theodor nos iba a descubrir a los dos segundos de vernos en la barra o escuchar nuestras voces, ese no es un humano, es un sabueso sobre desarrollado.

Miré al más joven de los chicos de la barra y le alcé la mano como saludo sonriéndole coqueta, se sonrojó y se señaló a si mismo la ternurita, asentí y le hice una señal con mis dedos para que venga.

-¿Qué estas haciendo?- preguntó Carolina.

-Llamé a un mesero, no me voy a arriesgar a ser atrapada a los segundos de haber llegado- informé firme, cuando llegó pedimos y se ofreció a traerlos lo más rápido que podía, era alto, delgado y de un cabello castaño claro que parecía tener detalles de rubio cenizado, con unos ojos verdes oscuros, de seguro con una sonrisa, tenía acceso a millones de corazones.

Conservamos las cartas para taparnos las caras, de la forma mas simple, tomado con ambas manos bloqueando justo nuestras caras, solo dándonos visión alzando los ojos sobre ellos, simple pero eficiente, es aprueba de idiotas, creo.

-Se ve tan lindo saliendo a divertirse- fue un pensamiento amargo que se me salió sin permiso -Entonces, está tranquilo. ¿Verdad?- le pregunté a Carolina para confirmar que estar aquí es un error -¿Quién soy yo para arruinar eso?- inquirí encogiéndome de hombros antes que trajeran nuestras bebidas.

Antonio no era de salir con un amigo, traficante de drogas o no, mentiroso o no, estaba empezando a disfrutar su vida, sería muy egoísta de mi parte interrumpir ese paso que debe haberle costado tanto.

Estaré a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora