Capítulo 11

21 1 0
                                    

Enical

Todo termino al verme, mis pensamientos pararon, mis preguntas ya ni se intentaban formular, mi existencia no tiene sentido, no aquí, aquí ya existo, una sobra y soy yo. Ni siquiera pensé en qué haría después de verme, creí que todo se pondría negro y terminaría la pesadilla de una u otra forma, pero seguía respirando, sentada en este coche viendo las calles que alguna vez me vieron crecer.

Cuando Antonio me propuso ir a España con él, en verdad creí que me dejaría aquí, no tiene ninguna obligación, no me debe nada, yo lo haría. ¿Hacerme responsable de una loca? No gracias, estoy para que me cuiden aún, no para cuidar.

Su mirada me decía que iba en serio, era digna de temer para cualquiera, cualquiera menos yo, que ya no tenía nada que perder...encontré en ellos la seguridad justa que necesitaba para no derrumbarme más de lo que ya estaba, para no seguir hundiéndome y perdiéndome en la oscuridad que no sabía que tenía hasta este día.

En el jet no necesite hablar, volvió a sentarse a mi lado y lo agradecí, este viaje fue más distante que el primero, más doloroso. No probé bocado en todo el vuelo, no tenía hambre ni humor y por suerte Antonio lo respetó.

Necesito tiempo para conocer todos los daños que han nacido en las ultimas horas o dormir todo el viaje, lo que pase primero, ganó lo segundo. Mi idea al dormir era olvidarlo todo, pero solo tuve pesadillas, recuerdos y más dolor, despertaba por momentos perdiendo la mirada en las nubes antes de volver a dormir, arropada, Antonio debió ponerme la manta, me vigilaba desde su ordenador fingiendo estar concentrado, algunas veces despertaba con las mejillas húmedas, no quiero llorar dormida y sobre todo no quiero que me vean llorar dormida, pero no puedo evitarlo y eso es aún más frustrante, me sentía agotada y no podía descansar o escapar de la verdad ni en sueños.

Despues de varias horas y pesadillas desperté con Antonio sentado a mi lado mirando su teléfono, volteé a la ventanilla notando como la oscuridad de la noche le daba paso a la mañana en Europa, ya faltaba poco para aterrizar, un lugar en el que nunca pedí estar. Al llegar al aeródromo me sentía confundida, era como si nunca hubiese pasado el tiempo, pero en realidad había pasado un día completo y era de mañana otra vez.

-Te llevaré al departamento y saldré al estudio, tengo que arreglar un par de cosas, pero volveré pronto- me informó Antonio, antes de subir al auto. ¿Qué soy, su esposa o su madre? No quiero sus reportes, quiero irme a casa...Es cierto, de allí vengo y ya no es mi casa. Desarrollé un rechazo a este lugar durante el vuelo, pero no era su culpa.

-No te preocupes por mí, ya haces suficiente con llevarme a tu casa- respondí apenada, intenté distraerme mirando a la ventana mientras el auto andaba, huir de la realidad, él ya hace bastante con tenerme aquí, no necesito tanta atención, no quiero dar tantos problemas.

-No tengo mucho que hacer así que no hay problema, al llegar por favor come algo, no comiste nada en el vuelo y te entendí, pero aquí no podemos llevarte tan fácilmente al doctor, recuérdalo- su sermón fue definitivo, dejó de mirarme distrayéndose en la vista de su ventana, solo asentí y la conversación terminó.

De cierta forma agradecía que él tuviese esa atención un poco paternal con mi alimentación, justo cuando estaba tan aturdida y deprimida no podría hacerme cargo ni de sí misma como un adulto, pero no dejaba de molestarme sentirme sobrante aquí.

Al llegar al departamento subimos sin mediar palabra hasta que una vez dentro Antonio sacó un par de carpetas, advirtió que si no veía menos comida en la cocina me obligaría a comer una montaña de verduras en sopa y se fue, entendí la amenaza perfectamente y lo creía muy capaz de cumplir su palabra así que sólo me quedó obedecer.

Estaré a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora