Capítulo 14

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mediados de agosto, los tres chicos decidieron reunirse con la secretaria Vania Castillo, para mostrarle todas las pruebas y agilizar el proceso para detener a Felipe Rodríguez. Estaban seguros de que él estaba mintiendo todo este tiempo, haciéndoles creer que él no había tenido participación alguna en la muerte de Martínez.

Los cuatro se juntaron en el Café Bories, cuando la cantidad de personas había empezado a disminuir. Tenían mucho de que conversar acerca del caso del profesor. La secretaria pidió un café expreso doble y tostadas con mantequilla. Los chicos, en cambio, pidieron una copa de helado triple, con una porción de galletas de chocolate para cada uno.

Quien primero empezó a hablar fue la secretaria. Puso su teléfono en modo vibrador y les dijo:

–Miren, chicos. Una de las cosas que me molestan de este maldito sistema judicial es que las mujeres no tenemos las mismas oportunidades de trabajo que los hombres. Siempre nos miran en menos, pero eso se terminó. Voy a demostrarles a todos los compañeros machistas de mi trabajo que puedo resolver un caso de asesinato mucho mejor que ellos.

Tanto Emilia como Carolina quedaron hechizadas por las palabras que acababa de pronunciar la secretaria.

–¿Cuánto tiempo cree que nos demoraremos en mandarlo a la cárcel? –preguntó Diego.

–Haré todo lo que esté en mis manos para que lo manden lo más pronto posible a la cárcel, chicos. Se los prometo. Sólo necesitamos pruebas concretas que demuestren que él estuvo con la víctima la noche que lo asesinaron. Un testimonio, fotos reales del asesinato, lo que sea, chicos. Hasta el momento no tenemos nada como eso.

–Yo creo que sí, señorita Vania.

Emilia les recordó lo que había pasado a principios de marzo, cuando una testigo fue a declarar su versión de los hechos en la Costanera, pero por alguna razón extraña, su testimonio no había salido a la luz.

–Sospecho que esa persona recibió un soborno para no decirle a nadie más lo que vio esa noche. –Las palabras de la secretaria hicieron que los chicos se miraran sorprendidos. Ahora todo tenía sentido.

Felipe Rodríguez no tenía ni la más leve sospecha de lo que le esperaba aquella semana de agosto. Los policías entraron nuevamente de manera sorpresiva en la sala de clases, para llevárselo detenido. No pudo ni despedirse de sus estudiantes cuando los vio entrar en medio de su clase teórica y le pusieron las esposas en menos de cinco segundos.

–Oficial, yo no hice nada –alegó Rodríguez.

–Esto tendrá que decírselo al juez, cuando llegue el momento.

Por segunda vez, los chicos tuvieron que ver cómo los Carabineros se llevaban preso al profesor.

A las ocho de la mañana en punto, todo el pueblo magallánico supo de la noticia que se relacionaba con el profesor Rodríguez. La policía había encontrado pruebas claras de que él tenía algo que ver con la muerte del antiguo profesor. Fue una llamada anónima la que provocó su detención inmediata.

–Espero que esta vez sí lo metan preso. ¿Se acuerdan de las fotos que tenía en su departamento?

–Claro que me acuerdo, Diego –dijo su amiga. Tengo el presentimiento de que por fin va a recibir el castigo que se merece.

Unos días después, específicamente el 4 de octubre de 2011la directora del colegio Sagrado Corazón les hizo un breve comunicado a sus estudiantes, para que supieran cuál era el real paradero del profesor Rodríguez. Les pidió a través del parlante que se dirigieran al salón de actos del colegio. Los compañeros de Emilia se ubicaron al final de los asientos.

El profesor sustitutoWhere stories live. Discover now