Capítulo 1

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—No te vayas aún. — Dijo el chico agarrando por la cintura a la bella mujer morena. Esta rió.

—Debo trabajar.— La chica contestó entre risas. El chico la obligó a sentarse en la cama y comenzó a besar su cuello con dulzura. La chica se dejo llevar por las caricias del muchacho, mientras suspiraba.

—Nicklaus... — La chica suspiró cuando sintió las manos del chico recorriendo su cuerpo.

—Me encanta cuando me llamas por mi nombre, Celine.

Nicklaus la acostó en la cama nuevamente, donde la besó con pasión, haciendo que los nervios y ansias de la chica aumentaran. Celine amaba los momentos en el que la hacía suya, eran momentos en donde ambos se encerraban en esa burbuja que habían creado sólo para ellos dos.

Llevaban dos años de verse a escondidas, y siempre sería asi.

Lamentablemente para ambos su relación y amor era completamente imposible y prohibido, por obvias razones. Nicklaus era el hijo mayor, millonario y quien continuaría con el legado familiar Claybaugh y ella... Ella simplemente era parte de la servidumbre, algo que jamás sería aprobado por ninguno de sus padres y mucho menos por la sociedad.

La mayoria de las veces estos pensamientos torturaban la mente de Celine. Se preguntaba por qué ella tenía la mala suerte de ser de una clase social distinta.

Toda su vida habia sido parte de la servidumbre, sus padres tambien lo habían sido, aunque lamentablemente hace años habian fallecido. Por lo que la persona que la habia criado dentro de la casa había sido la señora Wynter por ordenes del señor Hiram Claybaugh.
La señora Wynter le habia enseñado todo referente a la limpieza, a la cocina, y tambien a los cuidados de la señorita Adeline. Ambas eran de la misma edad y se podría decir que habian desarrollado una amistad mas alla de señorita-sirvienta.
Algo muy distinto a la señora Stella, quien en muchas oportunidades  sentía que la odiaba, ya que regularmente la miraba con recelo, aunque Celine no sabía por qué.

—Alegras mis días, Celine—Nicklaus acariciaba la mejilla de la chica, mientras se veían los primeros rayos de sol.

Celine los notó y se puso de pie de un brinco.

—¡La señora Wynter me va a matar!

Nicklaus sonrió. Le encantaba ver las expresiones de la chica, y cada vez se preguntaba, ¿por qué no tenía el valor de hablar con su padre?

Quizá, si él le expresaba como se sentía cuando estaba con la chica. Quizá, solo quizá, lo dejaría hacerla su esposa.

Pero después recordaba otro detalle; su madre.

Ella odiaba a Celine, y no solo eso, miraba con odio a toda la servidumbre, y por ningún motivo lo dejaría desposarla, por mucho que le dijiera cuanto la amaba y lo feliz que lo hacía.

Levantó su mirada notando que Celine ya se encontraba completamente vestida y ya se dirigía a la puerta.

—Celine...—La chica se detuvo a observarlo.—Te quiero.

La chica sonrió con ternura, y le respondió:

—Tambien te quiero, Nicklaus.

Posteriormente, cerró la puerta tras de sí y se dirigió a la cocina.

—¿Dónde estabas, niña?—La señora Wynter ya se encontraba en la cocina preparando el desayuno para los señores.

—Lo siento, me levanté temprano y salí a dar un paseo.

La señora Wynter la miro extrañada, pero no ahondó en el tema.

Ya en el transcurso de la mañana, todo se desenvolvia de forma normal. Entre que haceres y limpieza todo iba demasiado rápido para la chica, no así para Nicklaus, quién había salido a cabalgar con su mejor amigo, Gerard Kleine.

Un Secreto Imposible Donde viven las historias. Descúbrelo ahora