xii. No se recomienda el tártaro como lugar turístico

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Alysa se había sentido mal al marcharse sin despedirse, dejando a Apolo durmiendo en la cama de su dormitorio

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Alysa se había sentido mal al marcharse sin despedirse, dejando a Apolo durmiendo en la cama de su dormitorio. Pero, sabía perfectamente que no sería capaz de marcharse si lo hacía, y aunque el Dios se lo hubiera prometido, también haría lo que fuese para quedarse.

Era bastante temprano cuando se reunió con Nico en la Vía Praetoria. El Sol aún no había salido y un viento fuerte azotaba los árboles que decoraban las esquinas.

Nico iba vestido con su habitual cazadora de aviador, con la espada de hierro estigio colgando de su espalda.

Alysa, por su parte, llevaba puesta una parka negra, por encima de un top y unos leggins del mismo color. A sus espaldas, colgaban sus dos espadas gemelas, las katanas que Fobos y Deimos le habían regalado.

— ¿Estás lista?

— Todo lo lista que puedo estar teniendo en cuenta a dónde vamos.

Nico asintió, dándole la razón, mientras le tendía su mano derecha.

— Agárrate, realizaremos un viaje por las sombras, es el método más rápido para llegar al Inframundo.

— Acabarás agotado. No sólo te tienes que transportar tú, sino que también a mí.

— No te preocupes, lo he estado ensayando.

Alysa no parecía muy convencida, pero era la única opción que tenían en aquel momento. Así pues, agarró la mano de Nico Di Angelo y cerró sus ojos.

Podía haberlos dejado abiertos, era cierto. Siendo la hija del Dios del Miedo, la oscuridad era algo que se mantenía continuamente en su vida, pero aquello no significaba que fuese algo que desease experimentar más de lo que ya lo había hecho....

La oscuridad del Inframundo estaba hecha de las almas de los muertos en combate, y, si presataba la suficiente atención podía escuchar sus lamentos atemorizados y presenciar sus muertes.

Un escalofrío le recorrió la columna vertebral al recordar la última y única vez que había decidido abrirlos durante un viaje por las sombras. Tanta destrucción, tanto caos... Había sido una experiencia terrible que le había provocado pesadillas durante semanas.

— Lysa, ya puedes abrir los ojos, hemos llegado al límite del inframundo.

La semidiosa abrió sus ojos lentamente, encontrándose al borde de un precipicio, con un río corriendo hacia la nada.

— No parece el típico lugar al que optarías a ir por unas vacaciones— la chica se encogió de hombros, mirando al vacío—. Bueno, podría ser peor. Casi que prefiero su lúgubre decoración que la que hay en la cabaña de Afrodita.

— Normalmente cuando bromeas significa que vas a hacer algo estúpido.

— Oh, por favor, tienes muy poca fé en mí— Alysa rebuscó entre sus bolsillos, sacando un pequeño frasco con una tonalidad morada—. Esto nos ayudará a bajar.

— ¿Qué es eso?

— La única manera en la que no nos matemos saltando de este precipicio— ante la cara de horror del muchacho, Alysa arqueó una ceja—. ¿Acaso pensabas que había escaleras mágicas que te llevasen al fondo?

— No, por supuesto que no, pero tampoco me esperaba que propusieras un plan suicida.

— No es un plan suicida, le pedí este frasco a los hijos de Hécate durante la Guerra, por si tenía que saltar desde algún lugar demasiado alto...— Alysa destapó el frasco, mencionando unas cuantas frases en griego y dejando que una forma nubosa saliese del frasco—. Consolidará una estructura lo suficientemente estable para permitirnos bajar, será como alguna especie de ascensor.

— ¿De qué está hecho?

— No les pregunté, hay algunas cosas que prefiero no saber... Pero dejémonos de charla, tenemos trabajo por delante.

Alysa se subió a la nube violeta, quedándose flotando sobre la nada, esperando a que Nico agarrase su mano y pudiesen descender juntos.

— Que conste que si nos morimos por alguna de tus ideas estúpidas conseguiré que te condenen a una eternidad en los Campos de Castigo.

Ante la mueca de Nico, Alysa soltó una carcajada, acercándo al semidiós hacia su cuerpo y abrazándolo, para evitar que hubiera un desequilibrio en la estructura flotante.

— Sabes igual que yo que me acabarían echando de los Campos de Castigo, puedo llegar a ser irritante...

Mientras se internaban en el Tártaro, Alysa vislumbró el rostro de Apolo en su mente, sonriéndole y haciendo que su propia boca se curvase en una sonrisa.

Se estaban adentrando en territorio peligroso, y, si no volvía, esperaba que él estuviese bien, que la olvidase rápidamente y fuese feliz. Pero, muy en el fondo sabía que aquello no era posible, por algo estaban destinados.

 Pero, muy en el fondo sabía que aquello no era posible, por algo estaban destinados

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𝗔𝗱𝗼𝗿𝗲 𝘆𝗼𝘂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora