xxii. El regreso más esperado de la década

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Alysa cerró los ojos con fuerza, mientras tiraba de las sábanas hacia arriba, de forma que le cubriesen el rostro y la protegiesen de los rayos solares

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Alysa cerró los ojos con fuerza, mientras tiraba de las sábanas hacia arriba, de forma que le cubriesen el rostro y la protegiesen de los rayos solares.

— Mhmm...— la Diosa giró su cuerpo, acercándolo más al se Apolo, y apoyando de nuevo su cabeza en su pecho.

— ¿Lysa?

Si a Alysa le mandaran hacer una lista de las diez cosas que le resultaban más sexis, probablemente la voz de Apolo fuera una del top tres. Aún más la voz ronca y rasgos que le salía nada más despertar.

— ¿Te he despertado?

El Dios levantó una de sus manos, pasándola por su cabello, para intentar desenredarlo.

— No te creas, no suelo dormir demasiado— ante la mirada inquisitiva de la morena, decidió continuar—. Cuando mi mente se queda en silencio suele mostrarme recuerdos o profecías. Recuerdos que desearía olvidar, y Profecías de futuros agonizante llenos de dolor.

Alysa asintió, de acuerdo con las palabras del Dios del Sol. A pesar de que poco a poco se iba acostumbrando a sus sueños gracias al alma de Asteria, aquello no significaba que aún no evitasen que se despertara gritando.

— ¿No tienes nada que hacer esta mañana?— preguntó Apolo, claramente con dobles intenciones.

— Creo que no.

Ambos estaban a punto de juntar sus labios para continuar con lo que habían estado haciendo la noche anterior, cuando unos golpes resonaron en la puerta del dormitorio.

— Agh...— Apolo se desplazó hacia un lado, cayendo a uno de los laterales de Alysa— ¿Qué ocurre?

Un silencio se extendió momentáneamente, ante la irritación presente en la voz del Dios.

— Lord Apolo, Lady Alysa es reclamada en la Sala del Consejo— anunció uno de los sirvientes del palacio.

Alysa suspiró, levantándose del lecho y caminando hacia el espejo a por un peine, mientras un nuevo atuendo se iba acomodando en su cuerpo a medida que caminaba.

Aquel día consistía en uno de sus vestidos griegos, esta vez de color rojo, y unas sandalias doradas.

— ¿De verdad tienes que irte?— Apolo la contemplaba recostado contra el cabecero de la cama—. No creo que Zeus te castigue demasiado si no vas, al fin y al cabo, eres quién está manteniendo el Olimpo en pie.

— Por mucho que me gustará quedarme, debo ir, amor. Quién sabe si a tu madrastra le ha dado otro de sus ataques de celos y ha decidido destruir uno de los tapices de Atenea.

— Eso sería gracioso de ver— ante la mirada que le echó Alysa desde el espejo del tocador, Apolo enmudeció—. Vale, lo siento.

La chica terminó de desenredar sus cabellos con aquel cepillo, volviendo a dejarlo sobre el tocador y pasando sus manos por el cabello, materializando sobre él una tiara plateada que entremezclaba ramas de olivo y estrellas.

Posteriormente, se acercó de nuevo hasta la cama, para depositar un casto beso en los labios de Apolo en forma de despedida. Desapareciendo luego de aquello.

Quizás hubiese sido más sensato caminar hacia el Gran Palacio, dada su falta de práctica en aquel tipo de desplazamiento, pero materializarse era más rápido.

— Mierda...

La cabeza le daba vueltas, y, tuvo que cerrar sus ojos momentáneamente y estabilizarse contra una columna para evitar caer redonda en el suelo de la Sala del Consejo.

— Te sucede igual que a tu tío Deimos, la desmaterialización os produce mareos.

No podía ser posible.

No.

Aquella voz...

Alysa abrió sus ojos, encontrándose con una figura muy conocida para ella. Alguien a quien había creído no volver a ver.

— ¿Papá?

— Si, Lyssie, he vuelto...

Alysa echó a correr hacia él, que tenía sus brazos abiertos para recibirla.

— Creí que no volvería a verte— susurró Alysa, al borde del llanto.

— Te prometí que siempre estaría ahí, y tengo intención de cumplir mi promesa, Lyssie.

Muchos la envidiaban. Los Dioses no solían preocuparse demasiado por sus hijos, pero, para Fobos, Alysa Stein lo era todo.

 Los Dioses no solían preocuparse demasiado por sus hijos, pero, para Fobos, Alysa Stein lo era todo

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𝗔𝗱𝗼𝗿𝗲 𝘆𝗼𝘂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora