xxi. El alma de una Diosa

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La fe, el deseo, las esperanzas

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La fe, el deseo, las esperanzas....

Siempre hay algo peligroso al creer en un fin. Un atisbo o una gota que te pueden sumir en una profunda locura por el más mínimo error. Y no, no se trataba del fanatismo o la obsesión, si no un deseo más calmado que podía convertirse en febril.

Un deseo de seguir conservando la esencia de tu anterior "yo".

Un deseo de seguir intacto mientras ciudades caen y nuevos reyes se coronan.

Un deseo de que el mundo avance sin afectarte.

Un deseo imposible.

Cuando Alysa había aceptado ser la portadora del alma de Asteria, sabía lo que se hacía a sí misma. Sabía que no volvería a ser lo que una vez había sido. Y, sobre todo, sabía que no sería la misma persona que tiempo atrás.

Habían pasado semanas desde aquella fatídica noche, pero los vestigios de la magia que agarraba su alma y la de la diosa, entremezcladolas, seguían intactos como el primer día.

Alysa había tenido el deseo de seguir conservando su personalidad intacta. Se había esforzado tanto en cubrirse de corazas y mantenerlas intactas que no había notado cuando estas comenzaban a resquebrajarse.

Asteria le había prometido que no tocaría sus recuerdos y que las tres cosas que ella eligiera seguirían intactas a pesar de la unión. Fobos, Apolo y Nico.

Quizás fuese un mecanismo de protección que usaban los Dioses para protegerse de las desgracias. Quizás solamente sintiese sus emociones con mayor brutalidad. O, quizás siempre había sido así.

— Lysa...

Alysa levantó la vista del campo que se situaba a varios metros debajo del balcón en el que estaba situada. El viento mecía sus cabellos y le transportaba el eco de las voces lejanas.

Unos brazos se enredaron en su cintura, atrayéndola hacia el calor de un pecho que ya tenía memorizado. La cabeza de aquel hombre se situó sobre la suya, mientras ambos miraban hacia el horizonte.

— ¿Qué sucede, amor?

Apolo suspiró, enterrando su cabeza en el cuello de la muchacha.

— Llevas un tiempo distinta, Lysa. No eres igual que antes, algo ha cambiado en ti...

Alysa suspiró, agarrando el mármol del balcón con sus dedos.

— Era inevitable Apolo, ya sabes lo que sucede cuando dos almas se mezclan. Una adquiere características de la otra y viceversa Si, he cambiado, pero eso no significa que mi amor por ti haya desaparecido.

Apolo murmuró un suave "Te quiero" contra el cuello de la muchacha, mientras Lysa extendía una de sus manos hacia el frente.

— Mira...— Apolo levantó la vista hacia el frente observando en la dirección que ella decía— ¿A qué es bonito?

En la palma de la mano de Alysa se había concentrado una pequeña masa de oscuridad nocturna, en la que unas recreaciones de estrellas fugaces la atravesaban. Era un pequeño modelo del cielo nocturno hecho con magia.

— Es precioso, Lysa.

Alysa cerró su puño, extinguiendo las estrellas fugaces y la oscuridad nocturna y disipándolas entre la niebla.

— Es algo que solía hacer para tranquilizarme en el Campamento. Manipular la niebla y darle forma nunca fue muy complicado para mí, pero nunca había sido capaz de hacer esto, de darle vida.

Las túnicas blancas se ceñían alrededor de los cuerpos de los dioses, balanceándose con el viento de Eolo.

— Es una de las dos partes buenas— Alysa giró su cuerpo, quedándose sentada en la barandilla del balcón mientras Apolo se encontraba entre sus piernas—. El poder crear vida, otorgarle alguna chispa de belleza al mundo que contrarreste el efecto de los desastres de la guerra.

— ¿Y cuál es la otra parte buena?— las palabras salían como un susurro de su boca.

Alysa lo atrajo hacia si, inclinándose hasta que sus bocas estaban a apenas milímetros de tocarse.

— Tú.

Aquella vez no fue Alysa quien juntó sus labios, sino el propio Apolo. Tampoco era un beso normal.

Era un beso que ardía. Un beso que consumía. Un beso que pretendía quemarlos hasta que no quedasen más que cenizas. Un beso propio de un delirio febril de pasión.

 Un beso propio de un delirio febril de pasión

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𝗔𝗱𝗼𝗿𝗲 𝘆𝗼𝘂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora