xxiv. Siempre estaré aquí

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— Se lo has dicho, ¿no es así?

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— Se lo has dicho, ¿no es así?

Alysa levantó la vista del agua del lago, desviándola hacia el Dios del Sol, que se acercaba lentamente con una especie de instrumento extraño en sus manos.

Apolo no llevaba el traje tradicional griego, sino que lucía una camisa blanca, arremangada y parcialmente desabrochada, y unas bermudas de color beige. Lo único que conservaba de su aspecto divino era la corona de laurel dorado y las sandalias griegas.

— Era lo justo.— Alysa inclinó su cabeza hacia un lateral, apoyándola en el hombro del Dios, que se había deslizado en la roca, a su izquierda— No es justo que pase por todo eso sin saber a qué se enfrenta. Créeme, lo sé.— Apolo se paralizó ligeramente. Aquella mención aún le dolía— Lo siento, debió ser horrible para ti.

— No te disculpes, no quiero ser egoísta. Tú lo pasaste mucho peor que yo, pero aún así...— un suspiro salió de los labios del Dios— No quiero volver a tener que pasar por eso. Perderte ha sido lo peor que me ha sucedido en toda mi existencia, Lys.

Un silencio se sumió ante ellos. No hacían falta palabras, sus miradas y gestos lo expresaban todo. "Te quiero", "No me dejes"...

— ¿Qué es eso que traes en las manos?

La curiosidad de Alysa rompió el momento de tranquilidad que se había instalado entre ambos.

— ¿Este cacharro?— Apolo cogió con una de sus manos el aparato que tenía sobre sus piernas— Me lo dió el chaval, Valdez, como pago por la información sobre la Cura del Médico. Creo que le ha llamado Valdenizador.

— ¿Y qué se supone que hace?

— Es un instrumento musical.

— Mhmm— Alysa sostuvo el aparato con sus manos, examinando cuidadosamente— ¿Te has tenido que hacer el idiota otra vez, no?

— Ya sabes como va el asunto...— Apolo suspiró— Todos tienen una visión de mi cómo un Dios egoísta y egocéntrico que sólo se preocupa por si mismo. Para ellos sólo soy un rubio tonto...

— Eres mucho más que eso, amor, que no se te olvide.— Alysa se inclinó hacia el Dios-. Déjalos que te subestimes, así nunca conocerán tu verdadero potencial.

Apolo tiró de Alysa hacia su cuerpo, girándola y haciendo que quedase sentada sobre él. Sus bocas comenzaron a acercarse mientras las manos del Diso viajaban hacia la cintura de la chica.

— Te amo.— susurró la semidiosa, para luego juntar sus labios.

Apolo se quedó sorprendido con las palabras, pero aún así se recuperó a tiempo para seguirle el beso.

Ambos sabían perfectamente que aquello había sido difícil para ella. Alysa no solía decirle aquellas palabras, es más, podría jurar no haberlas dicho nunca. Querer se podía querer a cualquier persona, pero a muy pocas de ellas se las llegaba a amar.

— Yo también te amo, Alysa Stein.

Aquella vez fue Apolo quién decidió juntar sus labios con los de la muchacha, con una mayor pasión y agresividad que la vez anterior.

Las manos de Alysa viajaban por el torso del Dios, desabrochando los botones de la camisa y recorriendo sus abdominales con los dedos. Apolo, a su vez, abandonó los labios de Alysa para dirigirse a su cuello, mientras que con sus manos desabrochaba la cremallera de su vestido.

Alysa soltó un pequeño gemido al notar como la brisa rozaba su espalda.

Sin embargo, toda la pasión del momento se vio diluida cuando aquella voz resonó en el claro. Parecía que todo el mundo estaba decidido a interrumpirlos.

— Apolo, Alysa, la cena está lista.— Artemisa se iba acercando cada vez más a ellos— Oh, por el Olimpo, no necesitaba ver esto. Iugh.

— Artie, te quiero, pero lárgate.— los ojos de Apolo relucían con un brillo intenso, mientras atraía a Alysa hacia si, cubriéndola de la mirada de su hermana— Ya.

Artemisa dio media vuelta, internándose de nuevo en el bosque.

— ¿En serio te has puesto celoso de tu hermana?— Alysa soltó una carcajada, mientras el Dios escondía su cabeza en su cuello.

— Cómo irás viendo, los Dioses somos posesivos por naturaleza. No nos gusta que miren lo que es nuestro y mucho menos que lo toquen.

Alysa asintió.

En el fondo, los Dioses no eran tan distintos de los humanos, pero eran más volátiles y sus emociones estaban por las nubes.

En el fondo, los Dioses no eran tan distintos de los humanos, pero eran más volátiles y sus emociones estaban por las nubes

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𝗔𝗱𝗼𝗿𝗲 𝘆𝗼𝘂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora