xiii. Paseos por el cuerpo de Tártaro

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El Tártaro no era el lugar idóneo para relajarse, eso estaba claro

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El Tártaro no era el lugar idóneo para relajarse, eso estaba claro.

En todo el tiempo que llevaban recorriendo aquel siniestro lugar, decenas de monstruos habían intentado acabar con ellos, y, llevar a un hijo de los Tres Grandes como compañero de viajes no facilitaba las cosas.

Las espadas de Alysa goteaba restos de sangre, que, al caer al suelo, disolvían las piedras y formaban grietas. Parecía que en vez de sangre fuese algún tipo de ácido corrosivo.

— ¿Tienes alguna idea de donde podrían encontrarse las Puertas de la Muerte?— Alysa se llevó un trozo de la tela de su top a la cara, limpiándose la sangre que la salpicaba—. Porque creo que mi ropa no aguantará muchas peleas más.

Era cierto, se había quedado sin la parka negra y sus leggins y top comenzaban a tener agujeros. Por suerte, Nico le había prestado su cazadora de aviador, evitando que se muriese congelada o quedase demasiada piel expuesta en un combate.

— Si no me equivoco las Puertas se encuentran en el corazón.

— ¿En el corazón?

— Si, el Tártaro es el propio cuerpo de Tártaro, y, nos estamos encaminando hacia el corazón.

— No sé ni para que pregunto, todo esto es demasiado extraño hasta para mí.

Nico asintió, de acuerdo con las palabras de la semidiosa. El Tártaro era un lugar extraño hasta para él, y eso que era un hijo de Hades.

— Lysa, si quieres páramos un momento a comer en uno de los Santuarios de Hermes.

La semidiosa asintió. Aunque le costará reconocerlo, aquel lugar chupaba parte de su alma y, pasar tantas horas lejos del Sol también la afectaba. Debido a su extraña atadura con Apolo, era mucho más poderosa a la luz del día, y, aquel lugar tan oscuro no la favorecía en ningún sentido.

- ¿Lysa, estás bien?

Alysa miró a Nico, saliendo de su ensoñación y sentándose en las escaleras de uno de aquellos Santuarios. Éstos habían llegado al Tártaro con la caída de las ciudades y ambos semidioses habían observado que parte de las ofrendas acababan allí.

— Sí, tranquilo, sólo tengo demasiadas cosas en mí cabeza.

— ¿Te sigue preocupando la situación de tu padre?

— Él y el tío Deimos están atrapados en una estatua en Esparta, claro que me preocupa.

— Pero hay algo más, ¿no? ¿Apolo?

— Si, Apolo, lo echo de menos. Además, me fui sin despedirme.

— Das asco con esa cara de enamoradiza que te sale al hablar de él.

Alysa se rió mientras cogía unas cuantas piezas e fruta del santuario.

— Gracias Nico, se nota cuánto amor me expresas.

El joven semidiós rodó sus ojos mientas mordía un trozo de la hamburguesa que había cogido. Si no fuera porque estaban en el Inframundo y llenos de sangre, hubieran pasado por unos adolescentes normales.

— Para llegar a las puertas hay que cruzar el Palacio de Nyx—  Alysa cerró sus ojos momentáneamente, suspirando—. Lo que significa que primero tendremos que visitar a Achlys para que nos ayude a pasar desapercibidos.

— No tienes porque venir conmigo, puedo ir con ella solo— Nico miró a la chica preocupado.

— No, iré contigo. Ya va siendo hora de que hable con mi abuela.

Achlys era la madre de su madre, y, por consiguiente su abuela. Durante varios años había estado evitando aquella reunión, pero tarde o temprano sabía que tenía que tener lugar.

— Achlys es peligrosa...

— Lo sé Nico, lo sé. Sin embargo, es nuestra única opción para evitar ser vistos. Aparte, es familia.

— ¿Y eso te garantiza algo?

Alysa suspiró, encogiéndose de hombros. Con la rama materna de su familia uno nunca sabía que esperar, y, si su madre había salido como una loca, su abuela tendría parte de la culpa.

— Que me deje un tiempo de ventaja antes de matarme, supongo.

Nico negó un par de veces con la cabeza. Se estaban adentrando en terreno pantanoso y no tenía un buen presentimiento.

— Bueno, pues vamos, no hagamos esperar a Lady Achlys.

Alysa sonrió irónicamente, ajustándose las correas de sus espadas y asegurándose de que todo seguía en su sitio.

Esperaba que la suerte estuviese de su parte, pero nadie podía asegurárselo. En un mundo tan oscuro, no había nada a lo que agarrarse.

 En un mundo tan oscuro, no había nada a lo que agarrarse

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𝗔𝗱𝗼𝗿𝗲 𝘆𝗼𝘂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora