Epílogo

148 11 8
                                    

2 meses después

Llevaba casi  8 semanas en la universidad y todavía no me creía que mi vida hubiese cambiado tanto en tan poco tiempo.

Mi madre y yo nunca habíamos tenido una relación tan rota como lo estaba en esos momentos, pero todavía no había encontrado la forma de poder perdonar y olvidar lo que me hizo.

Por otro lado, mí padre no sabía nada. Y la verdad, me hubiese encantado decírselo solo por joder a mí madre como ella lo había hecho conmigo. Con un corazón roto.

Yo iba arreglando poco a poco el mío, aunque (para qué mentir) todavía estaba complicada la cosa.  Aunque tenía mis bajones, no había vuelto a derramar una lágrima. No lo iba a hacer por él, no sé lo merecía.

Ah, no mencionaba nunca su nombre. Siempre era él, o el cabrón o algo con lo que pudiese descargar toda la rabia que sentía.

Esa, entre otras cosas, me hacía saber que no lo había superado ni de coña. Pero yo podría seguir pensando que sí. Así cada vez me acordaría menos del ridículo que hice.

Seguí hablando con Elliot, nos llevábamos genial. Creía que podríamos ser algo más que amigos, pero no tenía ganas de volver a empezar algo. Así que solía hacerme la tonta con las indirectas.

— Jo! Date prisa— me gritaron

Esa era Dawn, una amiga que había conocido los primeros días de clase. Ella iba a segundo año pero coincidíamos en algunas asignaturas que la quedaban del año anterior. Con el pelo cada día con unas mechas de un color diferente, hoy tocaba rojo, y los ojos azules. A diferencia de mí, sus padres no podían pagarle la universidad y un apartamento así que salía adelante con una beca y un trabajo de camarera entre semana en una cafetería. Aunque nuestras familias eran muy diferentes, las dos nos parecíamos mucho. Y nos entendíamos bastante bien.

Esa noche íbamos a una fiesta en una fraternidad. La verdad, nos pasábamos los sábados y domingos de fiesta en fiesta. Ella bebía como una cuba y acababa siempre en la cama del mismo, Tyler, tres años mayor que yo dos más que Dawn (concretamente era a su fraternidad a la que íbamos), y yo iba pasando de tío en tío para no pensar en el cabrón.

Pero actuar como si no me importase nada era la mejor terapia para un corazón destrozado.

(...)

La fiesta estaba en su máximo apogeo, Dawn estaba bailando encima de la mesa de la cocina. Tyler, posaba sus ojos negros en todos las partes de Dawn y se pasaba la mano por el pelo castaño seguramente pensando porqué Dawn tenía tan poco aguante con el alcohol.

— Llévatela ya a algún sitio no vaya a ser que se meta en algún lío, tio— le dijo un compañero de fraternidad, me sonaba su voz, pero había conocido a tanta gente en esas semanas que podría ser cualquiera

Me giré para verlo mejor, me estaba aburriendo y se me ocurría una forma de pasar el rato.

Mierda, remierda y mierda meteórica

Era Ross. ¿Qué cojones hacía en Nueva York? ¿Sabría por qué el cabrón y yo ya no estábamos juntos? ¿Me habría reconocido?

— ¿Que coño haces aquí?— me estaba hablando a mí, bueno creo que con el tono que utilizó ya había respondido a dos de mis preguntas

Contra Nuestras ReglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora