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Celine llevó la taza a sus labios mientras contemplaba la ciudad desde la altura. Como todos los días al mediodía, la chica se encontraba en la azotea del edificio donde residía, disfrutando de un café poco cargado. Su cumpleaños había sido el mes anterior, y con él, el deseo de bajar la velocidad de su vida, se había cumplido. Había vivido lo suficiente como para merecer un descanso y pues, a decir verdad, ya no le hallaba el sentido a seguir trabajando para aquella sociedad.

Solo lo tomaría con calma y dejaría el tiempo pasar.

Con una gran bocanada de aire ingresando en sus pulmones, la chica dejó que la paz invadiera su cuerpo y sus ojos se cerraran. Finalmente se encontraba en su última vida, su último respiro en aquel mundo, y aunque aún tuviese que alcanzar los 25 años para salir de ahí, el solo pensar en ello le producía tranquilidad. Su vida anterior había sido la más difícil de afrontar y no había corrido con la suerte de volver al mundo sin sus recuerdos; cada año que cumplía obtenía un recuerdo al azar de lo vivido, y esa vida aún era un peso sobre sus hombros. En definitiva, le había hecho perder la fe en todo el sistema que la rodeaba.

Su vida estaba limitada: nadie superaba los 25 años de edad. Era algo natural; el tiempo exacto en el que sus cuerpos dejaban de existir y sus almas regresaban al mundo. La religión lo expresaba como "La Integridad de las Cinco Vidas", y es que eso era. Se dice que en la antigüedad los humanos vivían por extensos periodos de tiempo, algunos incluso alcanzando edades fantásticas de 100 años o más, pero no parecía ser suficiente para completar sus almas. Muchos de ellos pasaban sus días con dudas existenciales y morían con ellas, sin comprender el significado de la vida o la importancia del tiempo y las oportunidades. Algunos solo vivían en la miseria, inmersos en la depresión mientras buscaban salidas alternativas, y otros simplemente nacían con el mundo sonriéndoles a su favor.

Entonces, el Gran Dios le puso fin a aquel sistema y volvió a crear el mundo; asegurándose que sus leyes otorgaran la plenitud e integridad del alma.

Todos podrían vivir solo hasta los 25 años, donde luego reiniciarían su vida. Cada ser tendría 5 vidas por vivir, con distintas experiencias preseleccionadas: una vida compleja, una fácil, una rodeada de injusticias, una de gran pasión y, finalmente, una libre; la última de ellas sería la cual el propio individuo elegiría cómo vivir.

Inicialmente, todas las almas nuevas que llegan a su primera vida, son recibidas en una Casa Animarum, donde un Monitor Central se encarga de cuidarlas y criarlas. Solamente existen 7 Monitores Centrales alrededor del mundo, quienes son los únicos seres de permanentes 27 años, traídos por el Gran Dios con la única misión de cuidar a los recién llegados.

» Cuando un primerizo cumple los 12 años, debe ser adoptado por un nuevo monitor; uno que esté en su última vida, con 20 años recién cumplidos. De esta forma, las almas nuevas se enriquecerán gracias a la experiencia y consejos de quien ya vivió en su posición. Cuando el inexperto cumpla los 17 años será el momento en que pueda valerse y continuar su camino por su propia cuenta.

» Luego de su primera vida, aquella alma regresará con 15 años al mundo, a una vivienda seleccionada en base a la vida que le toque afrontar, y sus recuerdos podrían -o no- ser borrados en la transición. Sin embargo, los conocimientos del mundo y sus leyes jamás se borrarán de su memoria.

Celine lo había vivido todo, su primera vida había sido una de las mejores que podría haber tenido: la vida pasional. Su monitor le ayudó con consejos basados en su propia experiencia, y luego sus caminos se separaron. La vida de injusticias fue la que peor le golpeó; fue su cuarta vida, la responsable de que su fe en la humanidad desapareciera.

Con un suspiro, la chica volvió a abrir sus ojos, regresando de sus pensamientos y disponiéndose a volver a su departamento.

Sin embargo, en cuanto se volteó para regresar a las escaleras, una silueta hizo que sus pasos se detuvieran. Un chico se encontraba de espaldas a ella, con sus brazos extendidos hacia los lados mientras respiraba con miedo balanceándose en la cornisa.

Celine ladeó su cabeza y apreció la escena; sus intenciones de lanzarse y acabar con su vida eran claras. Sin embargo, parecía dudarlo, como si realmente tuviese algo que perder. La chica frunció su ceño levemente, intrigada por la nueva presencia; después de todo, incluso si conseguía tener el mundo a sus pies, una vez que volviera a nacer, solo regresaría con su agenda. No, no tenía nada que perder.

Fue entonces cuando notó el tatuaje de una única franja en su nuca y no pudo evitar soltar una pequeña risa de incredulidad. Sabía que las posibilidades de que su primera vida fuera difícil eran del 25 %, pero debía reconocer que le deleitaba lo irónico que resultaba ver a alguien rindiéndose tan fácil.

El chico se volteó levemente al oírle e hizo contacto visual.

—Lo siento —se disculpó ella—. Sí sabes que a tu monitor no le hubiese gustado que hicieras eso, ¿no?

—¿Qué? —El chico frunció su ceño, confundido.

—Bueno, es que, como monitor, no habla muy bien de ti que la nueva alma a la que debes instruir quiera acabar con su primera vida —explicó, dejando a simple vista la gracia que le causaba aquella ironía.

—¿De qué hablas?

—Vamos —soltó—, tu nuca te delata, sé que solo quieres empezar de nuevo cuanto antes.

Entonces, se volteó, caminando hacia las escaleras nuevamente.

—Sabes, lánzate —dijo—, es una lesión grave segura y, con algo de suerte, no sobrevives —sonrió, encantada ante el conocimiento de otra alma que no quisiera aportar dentro de aquel sistema—. Y, por cierto, —se detuvo y volvió a verle—, felices 15 de nuevo.

Sin embargo, a pesar de la sonrisa irónica en su rostro, él solo mantuvo sus ojos sobre ella en completo silencio. Su mirada delataba lo poco y nada que entendía la situación. Parecía incluso más perturbado por el desdén de la muchacha, que por la idea de caer desde esa altura.

Entonces, un escalofrío recorrió el cuerpo de Celine.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó confundida.

—21.

Entonces, encontró una grieta por la cual podría hacerle sentido lo que sucedía.

—¿Extrañas a tu monitor?

El chico guardó silencio unos segundos, y luego respondió con recelo:

—Me sacaron de la Casa Animarum a los 12.

—Sí, pero- —Celine interrumpió sus propias palabras. Comenzaba a unir todas las piezas del puzzle, y no le gustaba lo que mostraba—. ¿Tu otro monitor? ¿Tu consejero?

Pero no obtuvo respuesta. El chico de la cornisa solo empezaba a verle como si un tornillo estuviese flojo dentro de su cabeza. En serio no tenía idea de lo que le hablaba.

—Oh, dios —se llevó una mano a la cabeza—, realmente no lo sabes... ¿C-Cuál es tu nombre?

La actitud de Celine cambió de inmediato a una más preocupada; era totalmente distinto si se lanzaba de allí esperando morir definitivamente. Era su primera vida; para lograr su cometido tendría que acabar consigo al menos cuatro veces más, y -suponiendo que el hecho de revivir continuas veces no afectara su cordura- ese desgaste podría ser lo peor para todos.

Pero Celine no obtuvo respuesta. El chico, aún más escéptico que antes, dio un pequeño paso hacia el borde.

—¡No! —gritó ella, deteniendo las acciones ajenas— ¡Vamos, es en serio! ¡¿Cómo te llamas?!

—¡Choi San!

—Bien... bien... —murmuró rápidamente, dejando que sus instintos controlaran sus acciones—. Choi San, necesito que bajes de ahí —dijo viendo directamente a sus ojos—. T-Tenemos mucho de qué hablar.

—¿Quién eres tú? —preguntó con el ceño fruncido, levantando la suela de su pie con intenciones de terminar, no solo con su vida, sino que con aquella conversación.

Celine entonces se acercó a él y tomó su brazo, asegurándose de mantenerlo firme en el lugar.

—Créeme, necesitas conocer detalles más importantes que ese —jaló de su extremidad—. No quieres ser un alma perdida.

Sus últimas palabras resonaron en la mente del chico, bloqueando sus sentidos y dejando que Celine lo llevase lejos de la cornisa.

BEYOND | Choi SanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora