En un acordeón
Ella era la que me gustaba. Es curioso. Ahora me tiene de frente y no tiene ni la menor idea de quién soy. Es normal, creo. Han pasado nueve años y par de cambios de look por lo que puedo apreciar en su pelo.
Ella fue con la que nunca me atreví a hablar. Tan clásica mi historia. Tan clásico yo. Tan clásico ser estudiante de secundaria básica.
Ella era la que se sentaba delante de mí desde que hicieron su traslado de aula. Fue la única que se dio cuenta cuánto me afectaba el hecho de que la mayoría tuviera celular y yo no. Ella fue la que me pasó el papelito que decía: <<Logra que tu felicidad dependa de la menor cantidad de cosas materiales posibles, por si no puedas tener alguna>>.
Ella, ahora está ahí, seria, en exceso. Con la mirada fija en el piso y navegando seguramente en el origen de algún problema.
Seguía siendo ella, quizás no con el mismo interés que le tenía, pero sí con el mismo agradecimiento que no pude darle aquella vez.
Era ella, parada en el acordeón de un P12. Era ella. Ya con una sonrisa en formación mientras leía la nota que le escribí y le enseñé desde mi móvil: <<Logra que tu felicidad dependa de la mayor cantidad de sentimientos posibles, por si uno te abandona de repente>>.
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AGNIP
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