CATORCE - SALVAJE Y DE BUENA SUERTE [Parte I]

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CAPÍTULO CATORCE

SALVAJE Y DE BUENA SUERTE.

Hold on a little harder
Touch a little stronger
Don't need your tears now
Move like you mean it, give me something to believe in

LOVE ME DOWN EASY - ORIANA SABATINI.

Deseé nunca haberme despertado. Deseé nunca haber probado el alcohol en mi vida y estar de lado de los abstemios. Deseé que el dolor de cabeza se fuera y no taladrara mi cerebro amenazando con hacerlo explotar.

El lado de la cama donde había dormido Ares, vacío. Pero sobre la mesita de noche, ahí de su lado, había un vaso de agua y una aspirina.

Santa la persona que se había apiadado de mi alma corrompida, pensé. Manoteé la pastilla y el vaso. No sabía que tenía tanta sed hasta que mis labios hicieron contacto con el agua. En tres sorbos, el vaso estaba vacío.

Me dejé caer en el colchón. Aún con resaca, mi cuerpo se sentía liviano y recordé por qué. Me reí con ganas aunque me arrepentí al instante. La cabeza aún dolía.

Charlie iba a enloquecer cuando le cuente.

Mientras me duchaba pensé en todas las repercusiones de lo que había pasado el día anterior. Me enorgullecí de mí misma cuando me di cuenta que ninguna me alteraba e incluso importaba lo suficiente.

Pasé la mano por el espejo empañado y dejo caer la toalla casi por inercia, como siempre hacía. Porque una parte de mí era completa y totalmente masoquista.

Como si fuese un ritual me veo en el espejo. El pelo extremadamente rubio que había heredado de papá, los ojos azules que brillaban tristes y preocupados, los huesos de mis hombros muy marcados, la clavícula que amenaza con desgarrar mi piel. Los pechos, quizá demasiado pequeños si los comparo con los de Charlie. Mi abdomen plano que me atormentó muchos años. La pelvis, esa zona que, hacía varios años, alguien había reclamado como suya.

Y finalmente las marcas. En toda mi piel. Algunas, las más recientes, de un rosa pálido, las más viejas de un blanco que se perdían en mi tono natural. Pero ahí, todas, acechándome. Todas dolían aunque hacía mucho no sangraban.

Las acaricié una por una. Luke tenía razón: todas me recordaban que estaba viva.

¿Qué se ponía uno para montar a caballo? Decidí ponerme un jean por si las dudas. Me coloqué lentes de sol para bajar aunque desayunemos, quizá, dentro de la casa. Era un insulto la cantidad de luz que entraba por los ventanales.

El movimiento en el exterior me hizo saber que estaba equivocada y que íbamos a desayunar afuera.

No pude evitar reírme ante la imagen que tenía justo en frente. Charlie tenía su mejilla apoyada en la mesa, los rulos indomables y los ojos cerrados. William llevaba unos lentes de sol y descansaba sobre una reposera muy cerca de la mesa. Ares, sin camiseta, también con lentes, tenía la cabeza echada para atrás. Su pelo mojado estaba cubierto por una gorra que usaba con la visera para atrás.

–¿Quién se levantó esta mañana y prometió no tomar nunca más en su vida?

Los tres levantaron las manos.

Nana apareció aplaudiendo, sabedora de que había sido la causante de los estragos que eran nuestras cabezas en ese momento. Una sonrisa en el rostro nos saludó a todos.

–Las aspirinas que les di deben acompañarse con comida. Así que vamos –aplaudió –arriba esas cabezas que está por llegar el desayuno.

–¿Cómo es que estas tan entera? –William miró con desagrado el plato de comida.

CONSTANTE [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora