TRECE - AMBOS PERDIMOS

28 1 7
                                    

CAPÍTULO TRECE

AMBOS PERDIMOS.

He said if you dare come a little closer
Round and around and around and around we go
Oh now tell me, now tell me now, tell me now, you know

Not really sure how to feel about it
Something in the way you move
Makes me feel like I can't live without you
And it takes me all the way
I want you to stay

STAY - RHIANNA

No había palabras para describir lo imponente, lujosa y perfecta que era la casa de William. Entramos por un camino de tierra hasta llegar a una alberca que se imponía majestuosa frente a nosotras. William se identificó y la reja se abrió, dándonos paso.

Si su casa en la ciudad era extraordinaria, la casa de campo estaba en otro nivel. Una fuente estilo romana se alzaba en la mitad de la entrada. Las columnas de mármol eran sobrias pero elegantes y la escalera digna de ser de un palacio. Perfectamente lustrada. Me recordaba al palacio de Genovia en la película Diario de una princesa.

–Increíble. –Murmuré para mis adentros.

–Y aún no viste nada. Podemos probar el jacuzzi que instalaron nuevo en el cuarto designado para mí.

El aliento de Ares adormeció allí en la zona del cuello donde hicieron contacto sus labios en un breve pero provocativo beso. De nuevo, Ares y yo hamacándonos. Jugando un juego que se estaba volviendo adictivo.

Pasó por al lado mío dirigiéndose a la entrada.

¿Quién estaba jugando sucio?

Una señora regordeta de unos sesenta años y de aspecto gentil nos recibió en la puerta. Tenía un rodete perfectamente peinado y unas gafas de montura ancha.

No estaba usando esos absurdos atuendos de empleadas de hogar que me esperaba encontrar. Estaba vestida simple con un pantalón oscuro y una camisa blanca.

–¡Nana!

William abrazó a la señora con entusiasmo. ¿En cuántas cosas nos habíamos equivocado con Charlie con respecto a William? Me di cuenta que lo conocíamos como conocíamos un libro de autoayuda de seiscientas páginas: únicamente por la portada.

Una portada horrible.

Cuando nana vio a Ares no pudo evitar ahogar un grito de emoción.

–Dos meses sin verte y estás más guapo que la última vez.

–Hola, nana. Luces bellísima.

Qué talento tenía Ares con las palabras. Se fundieron en un abrazo maternal tan íntimo que me enterneció. Ares era mucho más alto que ella pero eso no le impidió besar su mejilla.

–Siempre tan embaucador. –Hizo un gesto con las manos alejándolo. Y ahí, recién ahí, nos vio –¿Y estas señoritas?

Nana me recordaba a las abuelitas del hogar. El mismo entusiasmo, el mismo brillo en los ojos, la misma calidez en sus palabras.

–Ustedes dos –dijo volteando a ver a Ares y William y apuntándolos con un dedo acusador. –¡No me dijeron que tenían novia! Y yo ni siquiera sé sus nombres. Qué descortés de tu parte no avisarme, William Frederick Magnuson. Debería darte vergüenza. Tantos años esperando este momento y tú como si nada. Y ¿cuál de ustedes dos es la novia del diablillo de Ares? ¿Eres tú, cierto? –me dijo apuntando. –Tienes cara de tener los ovarios suficientes para aguantarlo. Discúlpenme, cuando William dijo que venía acompañado, yo pensé que eran hombres. Siempre son hombres. Y compré litros y litros de cerveza. ¿Cómo son sus nombres?

CONSTANTE [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora