Capítulo 8.

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—Tengo su nombre.. 

Fue lo primero que salió de la boca del ónix en forma de susurro al haber llegado a su pequeño cuartel, llamando la atención de los presentes.

—¿Qué dijiste? —preguntó Mephiles al no haber escuchado bien.

—Tengo. Su. Nombre.

—¿Cómo lo conseguiste cariño? —preguntó esta vez Rouge.

—Es una larga historia —inició el bicolor sacudiéndose un poco la cabeza por las gotas de lluvia que habían caído en ella y despojándose de la capa que el menor le había entregado—, pero supongo que puedo contárselas. 

El azabache explicó cada mínimo detalle, desde que estuvieron en la cascada hasta que el cobalto lo llevó a su casa y el cómo había descubierto su nombre.

—¿Y qué estamos esperando? ¡Vamos ya a la biblioteca! —exclamó el más chico del grupo; el pequeño zorro de dos colas.

—Tails tiene razón, una vez que lleguen ya no podremos estar investigando y así —apoyó Amy.

—Bueno, a la biblioteca entonces —habló el vetado para levantarse y, seguido de su equipo, se dirigieron a ese lugar.

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De nuevo estaban entre todos aquellos enormes libreros y viejos libros, pero esta vez tenían un poco de información sobre aquel misterioso erizo de color azul.

Abrieron nuevamente el último libro que habían usado la última vez ahí.

Tails fue el encargado de buscar el nombre entre el resto.

Sonic.

Bajó de renglón en renglón, pasando su dedo para no perderse, buscando ese nombre en específico.

Hasta que lo encontró.

—Aquí está —dijo el zorrito para después cambiar la página a dónde estaba la información del azulado.

El resto se arrimó todavía más con el de dos colas para escuchar lo que leería.

—¿Qué dice? —preguntó Knuckles viendo que el menor no empezaba.

—Esperate, estoy buscando la página —regañó el de orbes azul mirando al equidna—. A ver, aquí está; Sonic The Hedgehog, héroe de Möbius nacido en 1831 y crecido en una familia humilde con un hermano seis años mayor que él. Sus padres fallecieron en 1837 debido a un altercado que fue el desmonte de una guerra de la cual pocos registros se tienen. Ambos hermanos participaron activamente en ella haciendo uso de sus habilidades. La amenaza fue aplacada por los dos hermanos, aunque desgraciadamente, ambos fallecieron en 1846 debido a complicaciones por heridas sufridas en combate, pero..

—¿Pero? —preguntó Mephiles. 

—No lo sé, las páginas fueron arrancadas —respondió el rubio dándole la vuelta al libro para mostrarselos. 

 —Esto nos da más información pero, si dice que es una guerra sin registros y las últimas páginas están arrancadas, ¿Qué podría haber pasado en realidad? Hay un pero como última palabra —razonó con voz pensativa la murciélago.

—No tengo idea, pero tendremos que seguir investigando —finalizó Shadow caminando hacia la salida para hablar con quién arreglaría la casa del cerúleo.

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Un par de días después del descubrimiento de un poco de lo sucedido con el cían, ya estaba todo listo para recibir a ambos hermanos en el cuartel del grupo.

Shadow había mostrado el camino a seguir al chico encargado de las reparaciones para que pudiera llegar sin problema alguno.

Se despidió de él amablemente y se quedó mirando por un rato la cascada que tan importante y especial se había hecho para él.

Las copas de los árboles comenzaron a sacudirse de manera algo violenta, haciendo que sus orejitas negras se alzaran y volteara la cabeza hacia ese lugar en específico.

No lograba distinguir al cien por ciento lo que sucedía, habían varias sombras saltando de un lado a otro y lanzaban algunas cosas que no identificaba.

Una de las sombras, desconocidas en ese momento para él, cayó al suelo desde una de las ramas altas de uno de los árboles.

El oji-rubí abrió los ojos con sorpresa al ver que se trataba de ese erizo cobalto. Aunque él no se había dado cuenta de la presencia del azabache.

Una de las sombras se abalanzó sobre el oji-esmeralda y trataba de inmovilizarlo haciendo uso de una especie de arma extraña para el mayor.

El cobalto logró patear al sujeto que tenía encima en la cara, haciéndolo caer un par de metros atrás. Él retrocedió hasta que la sombra se le acabó.

Dos pares de ojos brillantes miraban al menor con burla, acercándose lentamente al haberlo acorralado contra el sol aunque el menor aún hacía ademán de defenderse.

No tenía escapatoria.

O así era, hasta que el ónix dió un paso adelante, haciendo crujir una rama y llamando la atención de los tres y haciendo al par de sombras alejarse con rapidez del lugar.

—¿Shadow? —preguntó con confusión el menor al verle ahí. El bicolor lo ignoró y se acercó hasta él para revisar sus heridas provocadas por esa extraña pelea y seguramente la caída también— Shadow, estoy bien.

—¿Qué fue eso? —preguntó ignorando nuevamente al cían.

—No fue nada.. —respondió resignándose a que el de orbes rubíes no le haría caso y levantándose del suelo—. Debo irme Shadow.

—Sonic —llamó firme el azabache, tomando al nombrado del brazo al ver que había empezado a caminar y mirándolo fijamente a ese par de esmeraldas.

El azulado suspiró con pesadez.

—Te lo explicaré después, ¿Si? Es.. complicado. 

—Prometelo —pidió el ónix.

—¿Qué?

—Promete que me contarás todo lo que deba saber, Sonic, todo —repitió el bicolor remarcando la última palabra.

—Lo prometo..

El vetado lo soltó de su agarre.

—Te veré más tarde entonces —se despidió el mayor.

—Nos vemos Shadow. 

˜"*°• 𝓢ó𝓵𝓸 𝓾𝓷𝓪 𝓶𝓸𝓻𝓭𝓲𝓭𝓪.. 𝓐𝓤 •°*"˜ //Shadonic\\Donde viven las historias. Descúbrelo ahora