Capítulo 4

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unexpected

Me senté en una de las bancas de los vestidores para poder atar las agujetas de mi tenis después de haberme recogido el cabello en una coleta alta que no me impediría ver a la hora de entrenar.

Casi todas las soldados de mi brigada estaban ya listas para empezar con las últimas rondas de entrenamiento para defensa personal que dirigiría antes de irme. Hasta hoy el soldado que dejaré encargada de ello tendría para aclarar todas sus dudas y grabarse cada una de las lecciones que les doy al respecto.

La soldado Presley es una de las que han crecido con mis mismos mentores y podría decir que es la única que me ha dado competencia en el sentido de igualarse a mis capacidades, sé que ella será una buena suplencia y no dudo que apenas vuelva ya todas las novatas estén bien entrenadas dejándome el trabajo de solo pulirlas.

Al menos eso espero.

Salí al gimnasio sosteniendo sólo mi toalla de mano y una botella de agua. Mientras que todas organizaban sus protectores y retenedores para no salir lastimadas. Eso no era problema para mí.

—Setenta y cuatro al ring. —Ordené subiéndome al cuadrilátero.

No tenía mucho tiempo con el pelotón, y se me había hecho más sencillo aprenderme los números de sus placas que los nombres o el apellido de cada una.

La escuálida morena se subió llena de confianza, intentando ganarse una ovación de apoyo por parte de sus compañeras que claramente no llegó. Las veteranas se habían vuelto las encargadas de empapar de miedo a las novatas, y algunas de ellas todavía no me consideraban una amenaza.

Justo como la que tenía en frente.

Era más alta que yo, podría calcularle al ojo por ciento que mide un metro noventa con facilidad, su contextura es muy delgada y al mismo tiempo un poco fornida. A pesar de que me llevaba unas dos cabezas aproximadamente no me sentía ni un poco amenazada con su presencia.

—¿No se pondrá los protectores de dentadura, número setenta y cuatro? —Inquirí apretando la coleta en mi cabeza por última vez, asegurándome de que ni un cabello saliera de ella.

—No, mayor. —Negó haciéndome reír.

Sólo bastó un asentimiento de cabeza por mi parte para que una de las soldados tocara la campanilla dándole inicio a la pelea.

Me quedé estática, esperando ver cuál sería su primer movimiento y aquel acto solo la confundió pero no le impidió levantar su puño y dirigirlo a mi rostro, procurando impactarlo en mi mandíbula.

La atajé tomando su antebrazo con mayor rapidez que ella.

—Error —Le recriminé reforzando el agarre en su antebrazo, presionando con brusquedad el punto exacto donde sabía que una vena podría estar, cosa que dolía. —Nunca ataques a la cara de tu contrincante como primer movimiento, es tan predecible que incluso un niño de preescolar podría prevenirse de ello.

Reí con descaro al ver que miraba su antebrazo mordiéndose el labio inferior evitando quejarse del dolor.

Se intentó defender con el otro brazo, queriendo impactarlo en mi estómago pero la atajé con la otra mano y apliqué la misma táctica. Eso le dormiría ambos brazos en cuestión de segundos. Levanté rápidamente mi pie derecho hasta la altura de su rodilla y la patee en el sentido contrario que normalmente se flexionaría, logrando que sus ligamentos se rotaran de lugar y cayera al piso gritando de dolor.

—Error. —Negué nuevamente con la cabeza soltándole los brazos y dejando que se retuerza de dolor ya que por sus brazos dormidos no podría sobarse la rodilla. —Una Psi no se queja, no grita, no llora y mucho menos dice que algo le duele. Una Psi levanta la cabeza fingiendo que está más perfecta que nunca.

ÉxtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora