Capítulo 7

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Cartas sobre la mesa

Azra.

—Espero con ansias el que ahora sí me demuestren que son soldados y no maricas con uniforme.

La cantidad de soldados frente a mí estaba armándose y preparándose para llevar a cabo mi primer ataque, uno en el que estuve pensando desde que llegué y me serviría para poner las cartas sobre la mesa con la gente que necesito de mi lado.

El gobierno estadounidense y todas sus ramas judiciales eran más estúpidas de lo que pensaba o de lo que nos enseñaban en la isla, descubrí que toda la admiración y gratitud del mundo entero con esta potencia de país se debe sólo a observar la integridad y los valores inculcados en cada soldado. El primer error que las personas al mando pudieron cometer.

Conmigo a la cabeza siendo respaldada secretamente por mis colegas infiltradas acabaríamos con todo signo de falso respeto que pueda tenerle la gente al gobierno, miedo es lo único que empezarían a sentir cada vez que vieran a una autoridad frente a ellos y lo lograría sin que mis colegas se dieran cuenta porque ellas serían las primeras en detenerme, sin embargo se embarrarían las manos con el asunto así no se den cuenta.

Recuperar la reserva de oro del banco más importante del país sería mi voto de confianza ante el gobierno, las quejas anónimas empezaban a surgir sobre mi manera de trabajar y no podía permitirme una revocación de puesto por lo que tendría que demostrar que sólo conmigo obtendrán seguridad y protección, dos cosas para las que fui educada desde que nací sólo que empecé a hacerlo a mi manera.

Y aunque era a la manera más hija de puta, culminaría todos mis cometidos con éxito.

Una vez todos listos con los permisos firmados y altamente preparados para el ataque del que pensaba sería lo más sencillo del mundo ordené una última formación antes de partir, los soldados obedecieron sosteniendo sus armas de fuego hacia arriba con la típica postura previa a una misión.

Me recogí el cabello en una coleta simple antes de ponerme una gorra del mismo color del uniforme. Cuando uno de los ineptos me pasó mi chaleco antibalas y estuve por ponérmelo logré ver al Capitán caminar hacia nosotros con paso decidido, tomando un chaleco de la mesa donde se encontró el mío y poniéndoselo con mucha determinación.

Verlo me causó gracia, no me contuve a la hora de reír con descaro mientras el soldado frente a mí abrochaba y aseguraba el chaleco en mi torso. Éste al escucharme reír así se puso rígido, apresurándose a terminar su trabajo más rápido con las manos temblorosas: me tenía miedo.

Haberlo pillado en su travesura laboral me había quitado la poca seriedad con la que podía tratarlo sólo por respeto. Ahora no podía verlo sin reírme de él y su frustración sexual después de que de sintió intimidado por mí ese día. No me lo dijo, pero tampoco hacía falta que lo hiciera.

No supe quién era esa mujer, pareció haber desaparecido como si nunca hubiese estado en el comando, las grabaciones de las cámaras fueron manipuladas para que nadie se diera cuenta que estuvo ahí. Porque sí, revisé cada grabación buscando el momento en el que entró o salió del comando, pero incluso las grabaciones de los pasillos del edificio habían sido recortados sin pudor en cada momento donde yo supuse que ella salía.

Era una mujer morena, de cabello lacio y notablemente largo a pesar de que ese día llevaba una coleta perfectamente apretada. De espalda fina y cintura diminuta. Era todo lo que sabía y en el caso de que ella había sido quien manipuló las cintas también se trataba de una mujer astuta e inteligente que no quería arriesgarse a ser vista y estaba un paso adelante de lo que podría perjudicarla.

En el otro caso donde había sido el capitán quién borró la visita de esa mujer al comando lo había hecho sólo para evitar que yo supiera quién era esa mujer, pero siendo sincera no lo creía tan inteligente como para penetrar en el sistema de seguridad del comando.

ÉxtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora