Capítulo 5

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Psi Island | Diez años atrás

Mansión Meier Schweizer

6pm

Abuela, ¿te pasa algo?Pregunté sentándome a su lado, intentando seguir el trayecto de sus ojos hacia un punto en el vacío procurando ver lo que ella.

Mi abuela era la única mujer de la organización con la que podría hablar de cualquier cosa, incluidos los sentimientos.

Hablar sobre sentimientos dentro de la isla era casi como un pecado, hacerlo implicaba vigilar que nadie te escuchara para no ser sancionada; dentro y fuera de los comandos todas se limitaban a no hablar sobre esas cosas para evitar un castigo. Al menos yo ni en mi casa podía sentirme cómoda con eso ya que al vivir con la presidenta, esta tiene la mayor potestad para castigarme cuando quiera si me escucha hablar sobre cosas que la institución no nos enseña.

Estos momentos a solas con mi abuela son los únicos que me garantizaban libertinaje a la hora de hablar, sabía que mamá no estaba cerca y a la señora un poco mayor pero bien conservada a mi lado podría preguntarle lo que sea.

Sólo estoy pensando. —Se limitó a responder, sin dejar de ver a su punto fijo en el vacío.

¿Pensando en qué? —Estiré mi brazo para tomar una de las galletas recién horneadas por ella, puestas a la perfección en una bandeja de acero inoxidable que brillaba tanto como el sol.

En todo, Azra. Mañana tu madre cumplirá dieciséis años en el mandato y no podría estar más orgullosa de ella...— La interrumpí.

Pero. —Insistí sabiendo que tendría algo negativo que agregarle.

La mujer con cabeza llena de canas blancas y grises se giró hacia mí, quitándome la galleta de la mano cuando estuve a punto de introducirla a mi boca para tirarla al césped del jardín.

Olía tan bien esa galleta.

Tienes doce años y eres muy inteligente, Azra. —Apartó las galletas lo que más pudo de mí —Ya viene siendo la hora de que tu madre se dé cuenta del potencial que tienes, si no lo hace te sumergirá en su miseria. Como ha hecho con todas.

¿De qué hablas? —Arrugué la nariz, mi propio distintivo de confusión o frustración.

Solía hacerlo mucho y ya todas mis amigas me molestan por ello, en especial Serena. Ella piensa que tengo especie de un tic nervioso cuando me complico. Consecuencia de querer saber y manejar todo a la perfección. Cuando me frustro por no saber algo sin que me expliquen o no sé cómo manejar una situación, suelo alterarme mucho y el arrugar la nariz era sólo el primer signo.

—Renuncié a la presidencia y postulé a tu madre por la presión que sentía sobre mí al tener que ser tan dura con todas así hagan las cosas bien. —Empezó a explicarme y pasándome una liga de su muñeca para que recogiera mi desordenado cabello castaño. No le gustaba que no estuviese peinada. —Ella es la mejor en lo que hace, y tiene todo lo que se necesita para seguir los legados de la Psi. Yo en cambio, no soporto ver cómo el potencial de tan buenas agentes como tú es desperdiciado al no poder enseñárselo al mundo.

¿Quieres decir que si mi mamá no toma tu idea de exteriorizar nuestras habilidades nunca seremos nada? —Resumí empezando a comprender con rapidez a qué se refería.

Exacto.

¿Por qué no hiciste nada al respecto cuando tú fuiste presidenta?— Pregunté ahora después de unos segundos de silencio.

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