9. 17 de junio

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Harry había cogido por costumbre llamar a Marlo todos los días alrededor de las cuatro. Era extraño lo rápido en lo que se había convertido en una especie de confidente. Marlo siempre era honesto pero igualmente le daba su espacio. Aunque no hablaba mucho de él ni de su secreta investigación, según sus palabras, Harry ya sabía más que nadie. Y prácticamente solo sabía de que iba por encima: algo sobre mejorar la recepción de la magia de los squib o algo así. Sea lo que sea eso. ¿Se suponía que facilitaría que percibiesen todo lo del mundo mágico mejor? A veces Harry agradecería que Marlo fuera menos críptico. 

Había recibido hacia unos días una carta de Malfoy, para saber si había preguntado a alguien sobre la marca. Al parecer había seguido dándoles calambres aleatoriamente. Harry ni siquiera se dignó en contestarle. Después de su última visita no tenía ganas, tampoco es que creyese que Voldemort pudiese volver, estaba más que muerto, hecho cenizas para ser precisos.

Sin embargo, esta vez se había saltado su ritual por ahora. Quizá ese año las cosas fueran diferentes. Era 17 de junio y había estado de arriba para abajo todo el día intentando distraerse. Había escrito nuevamente a Hermione y Ron, esperando en que un día como hoy le respondieran, estuvieran ahí para él. Había hablado con Luna que como no, se había retrasado un poco con su viaje, al menos los patronus les daban respuestas rápidas. 

La muerte de su padrino siempre había sido una espina que había tenido clavada, siempre se había sentido culpable, era difícil no hacerlo y más difícil todavía convencerse de que no era culpable de nada de lo que había ocurrido. Pero la enormidad de todo no lo golpeó hasta que acabó la guerra, hasta que todos se fueron y se quedó solo con Ginny. Ginny, quien nunca supo entender esta parte de él. Ella había perdido a un miembro de su familia, al igual que Ron, pero de alguna forma lo habían llevado mejor que él, y eso era algo que ninguno entendía.

En su intento por mantenerse ocupado había decidido limpiar la casa de arriba a abajo, a la manera muggle por supuesto porque hacerlo con magia no hubiese sido lo mismo. Uno pensaría que después de haber vivido en casa de tía Petunia no limpiaría ni una mota de polvo o que no le gustaría cocinar pero.. así habían resultado las cosas. Al menos ahora era totalmente independiente, o bueno... Pensándolo bien siempre lo había sido. 

Todo había ido bastante bien hasta que había visto la puerta de Sirius. La había abierto. Olía a guardado y lanzó un hechizo para purificar el ambiente. Todo seguía tal y como siempre, como si Sirius fuese a volver y a deshacer la cama para acostarse o simplemente dormir encima de todo sin molestarse en deshacerla. Ahí se le había venido el mundo encima. No había podido soportarlo. Había dejado todo y se había ido al bar con el pelo revuelto y la camiseta ancha y andrajosa junto con los pantalones de chándal que se había puesto para limpiar. Le había prometido a Luna que no bebería, que la buscaría este año pero todo eso había pasado a un segundo plano. Había escuchado el teléfono sonar antes de irse y no se había molestado en ver quien era. Quizá si lo hubiese hecho, Marlo habría conseguido que cambiara de opinión.

El ambiente en el bar al atardecer era bastante tranquilo pero esta vez había bastante barullo, al parecer habían iniciado una despedida de solteros y esta era su primera parada. Era un grupo de chicas con orejas de conejo rosa fucsia y llevaban todas una banda colgada del mismo color que indicaba que estaban de despedida.

Harry ignoró los chillidos, los aplausos y aceptó avergonzado una banda rosa que la presumible novia-era la única que llevaba un velo sobre las orejas- le puso, sabiendo que sus amigas la habrían forzado cuando entró. No quería estropearle el día.

Harry se acercó a la barra y saludó al camarero.

-Hola, ya pensaba que nunca más vendrías, la última vez que te vi colapsaste-dijo el camarero.

Extrañas coincidenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora