12. Asegurar el camino

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Los días pasaban volando como siempre. El día a día a veces parecía que era eterno pero curiosamente si echaba la vista hacia atrás los meses habían pasado sin que se diese cuenta. Su cumpleaños estaba a la vuelta de la esquina. No tenía pensado hacer ninguna fiesta ni celebrarlo, pero estaba seguro que al igual que el año pasado a Luna se le ocurriría algo. La última vez que le pidió a Luna que hablara con Ron por él... bueno, Ron al parecer había gritado que no quería saber nada más de él si era un bastardo orgulloso. Así que... no lo había vuelto a intentar en un año.

Últimamente todo era un poco diferente,  quizá fuese porque se pasaba más tiempo que no pensando en Marlo, y cada vez con mayor frecuencia. Tenía muchas preguntas sobre él: cuando era su cumpleaños y si tenía hermanos por ejemplo, pero cuando estaba con él simplemente desaparecían y se dejaba llevar, porque por una vez en su vida dejarse llevar era fácil. También era bueno que no fuera un mago pero que a su vez conociese toda esa parte de su mundo, de alguna forma le permitía un tipo de respiro. Así que quizá, el saber tan poco de él era lo que lo hacía tan atrayente y que quisiera hablar con él, estar con él y... por que no, acostarse con él. Porque si lo hicieran, simplemente se dejaría llevar. Sentía que podía hacerlo con él, que no debía estar a la defensiva. Y por alguna razón sentía que Marlo no lo juzgaría hiciera lo que hiciera, no como haría Hermione al menos, porque obviamente Marlo si tenía que decir algo lo decía sin andarse por las ramas, pero lo decía en base a lo que creía no porque lo dijese un libro o porque lo hubiese estudiado y estaba seguro que siendo investigador habría estudiado muchos libros. 

No sabía porque pensaba tanto en sus amigos estos días, quizá fuera porque se acercaba su cumpleaños y hasta que no los había conocido no había celebrado ninguno. El solo hecho de pensar en eso, hizo que quisiera servirse una copa, pero le había prometido a Marlo que no lo haría y sin duda, con sus sentimientos tan revueltos y con tantas dudas no quería volver a repetir lo de aquella vez. Quizá, lo hablase con él, si es que se atrevía.

El mes pasado no había ido al cumpleaños de Dudley, por mucho que su primo hubiese querido Harry sabía que eso solo hubiese dado problemas y no le apeteció discutir. Además, por lo que le había contado, Piers y dos de sus antiguos amigos también fueron. El problema era que si  Luna le preparaba algo para su cumpleaños y no invitaba a Dudley, Harry se sentiría extraño pero si por cualquier cosa este año no hacía nada y él invitaba a Dudley... bueno, también sería extraño. Harry frunció el ceño, confundido. Quizá simplemente le estaba dando vueltas a todo demasiado. Simplemente esperaría a ver que sucedía. Al fin y al cabo, si alguien le hacía una fiesta sorpresa podía buscar a Dudley y traerlo a casa en menos de un minuto. Harry sonrió satisfecho. 

Ya que estaba comprando podía coger un par de cosas por si acaso. Se aseguró de coger las palomitas de chocolate que parecían gustarle tanto a Luna y algunos otros snacks, a parte de las cosas que realmente necesitaba. 

Cuando salió del supermercado se encontró de cara con una lluvia torrencial, haciendo que se empapara en segundos. No es como si pudiese hacer magia delante de todas esas personas que esperaban a que la lluvia acaeciera un poco o con aquellas que iban corriendo de aquí para allá. Así que Harry decidió simplemente mojarse, ir a un callejón poco transitado y aparecerse hasta su casa. Encontrar un callejón fue más difícil de lo esperado con toda la gente aguardando debajo de las cornisas y mirándolo como si se hubiese vuelto loco. 

Al llegar a casa lo primero que hizo fue soltar un suspiro de alivio, aunque luego soltó otro de frustración al escuchar el sonido del timbre de la puerta. Dejó las compras encima de la mesa y se fue a abrir la puerta escuchando el "chof, chof" que hacían sus zapatillas sobre el suelo. 

-Ya voy, ya voy-gritó Harry mientras dejaba un reguero de agua por la casa.

No esperaba a nadie y a su visitante parecía gustarle el timbre demasiado. Cuando abriese tendría unas palabras con él. Era sumamente molesto escuchar el pitido una y otra vez. 

Extrañas coincidenciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora