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El teléfono empezó a sonar cuando Yeonjun, después de dejar a los mellizos acostados, bajaba las escaleras

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El teléfono empezó a sonar cuando Yeonjun, después de dejar a los mellizos acostados, bajaba las escaleras. Maldijo entre dientes, se colocó sobre la cadera al pequeño Soohan y bajó apresuradamente los últimos escalones para descolgar el teléfono del recibidor. Se detuvo paralizado al verse reflejado en el espejo que había sobre la mesita del teléfono.

«¡Dios mío, estás hecho un desastre!», se dijo con desconsuelo. El pelo, de un rubio pálido y recogido en un casi moño despeinado, estaba húmedo y le caía sobre la frente. Tenía las mejillas coloradas y la camisa azul claro mojada en varios sitios, allí donde sus tres hijos, a los que acababa de bañar, lo habían salpicado. Soohan empeoraba el aspecto de su padre todavía más tirando de los botones de su camisa, esforzándose por descubrir uno de sus pechos. Si ya normalmente era un niño inquieto, en aquellos momentos estaba, además, cansado e impaciente.

—No —le dijo Yeonjun con dulzura pero con firmeza, quitándole la mano de la camisa— Espera.

Besó su cabecita y descolgó el teléfono, sin dejar de fruncir el ceño ante lo que veía en el espejo;

—¿Diga? —dijo distraídamente, sin darse cuenta de la pequeña pausa que hizo la otra persona antes de responder.

—¿Yeonjun? Soy BeomGyu.

—¡Hola, Gyu!

Yeonjun hizo un gesto de sorpresa y se relajó al escuchar a su amigo, y, al hacerlo, se dio cuenta de que, hasta ese momento, había estado muy tenso, lo que hizo que volviera a ponerse tenso de nuevo. Estaba perplejo, últimamente, se había sorprendido muy tenso demasiadas veces.

—¡Soohan, por favor! ¡Espera!

El niño gruñó y él, en broma, le devolvió otro gruñido. En sus ojos azules se reflejaba todo el amor y la alegría que sentía por su hijo. Era el más exigente de sus hijos y el de peor carácter, pero lo quería tanto como a los gemelos. ¿Cómo no iba a quererlo si tenía los mismos ojos negros de su padre?

—¿Todavía no has acostado a esos mocosos? —dijo BeomGyu con un suspiro.

No se molestaba en ocultar que, para él, los niños eran un incordio. Aunque era el modelo de hombre triunfador, no tenía tiempo para los niños. Era alto y pelirrojo, y su vida transcurría en un nivel muy diferente al de Yeonjun. BeomGyu era el sofisticado hombre de mundo, mientras que Yeonjun era el abnegado amo de casa y padre de familia.

Pero era el mejor amigo de Yeonjun. En realidad, era el único amigo que Yeonjun había conservado desde los tiempos del instituto. El único que vivía en Londres, como Soobin y él. Los demás, por lo que él sabía, seguían viviendo en Cheshire.

—Dos ya están en la cama y uno está a punto —dijo Yeonjun—. Soohan tiene hambre y está impaciente.

—¿Y Soobin? ¿Todavía no ha llegado?

Yeonjun detectó el tono de desaprobación de su amigo y sonrió. A BeomGyu no le gustaba Soobin. Saltaban chispas entre ellos cada vez que se veían.

—No —respondió Yeonjun, y añadió con cierta tristeza— así que puedes meterte con él cuanto quieras, que no te va a oír.

En realidad, era una vieja broma entre los dos amigos.

Yeonjun nunca se había molestado porque BeomGyu le manifestara su opinión acerca de Soobin. Siempre había permitido que le dijera a él lo que no se atrevía a decirle a Soobin a la cara. Pero, aquella vez, un extraño silencio siguió su comentario.

—¿Ocurre algo? —le preguntó a BeomGyu.

Maldita sea —dijo Beom entre dientes— Sí, la verdad es que sí. Escúchame, Yeonjun. No me siento muy mal por hacer esto, pero tienes derecho a...

Justo en aquel momento, un diablillo en pijama apareció en lo alto de la escalera y la bajó a toda velocidad, convertido en piloto de caza y disparando la ametralladora de su avión.

—Necesitamos agua —informó el piloto a su padre, desapareciendo por el pasillo en dirección a la cocina.

Mira... —dijo BeomGyu con impaciencia— ya veo que estás ocupado. Te llamo después ... o mañana. Yo ...

—¡No! —intervino Yeonjun de repente— ¡No cuelgues!

Estaba distraído, pero no tanto como para no darse cuenta de que lo que BeomGyu quería decirle era importante.

—Espera un momento que voy a ocuparme de estos mocitos.

Dejó el auricular sobre la mesa y fue a buscar a su hijo mayor.

Yeonjun no era tan alto, pero era esbelto y tenía una bonita figura.
Sorprendentemente bonito, teniendo en cuenta que había dado a luz a tres niños. Sin embargo, no era del todo extraño porque, siempre que encontraba tiempo, acudía al gimnasio local, donde nadaba, hacía aerobic y jugaba al badmington,

—¡Te pillé con las manos en la masa! —dijo sorprendiendo a su hijo con la mano en la lata de las galletas. Lo miró con severidad y el niño se puso colorado— Está bien, pero llévale una a Suni. Y no quiero ver ni una miga en la cama —dijo viéndolo salir corriendo, con una sonrisa triunfal, por si su padre cambiaba de opinión.

Y nuevamente agarro el teléfono

—¡A que estás casado con un sinvergüenza! —exclamó Beom—¡Maldita sea, Yeonjun, te está tomando el pelo! ¡No está trabajando, está saliendo con una mujer!

—¡A que estás casado con un sinvergüenza! —exclamó Beom—¡Maldita sea, Yeonjun, te está tomando el pelo! ¡No está trabajando, está saliendo con una mujer!

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 Un Marito Infedele • SoojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora