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El silencio era espeso

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El silencio era espeso. En un momento dado, Yeonjun fijó su vista en una zona de aquella glamorosa oficina. Entonces, al verlos colgados sobre la pared, detrás de donde Soobin se encontraba, le dio un vuelco el corazón.
Se trataba sobre Shin, Suni, Soohan y el. Eran sus propios dibujos enmarcados y colgados en el despacho de Soobin.

—Los robé —dijo, Soobin poniéndose en pie mientras Yeonjun se acercaba a ellos.

—Quería verlos cada vez que lo necesitaba... ¿Te molesta?— hablo con un deje de timidez.

Yeonjun se sorprendió de no notar la desaparición de sus dibujos. Entonces, recordó el desorden que reinaba en su casa con los preparativos de la mudanza y sonrió.

—Has quitado las rayas —advirtió observando su retrato y sintiéndose un poco expuesto por lo mucho que revelaba de sí mismo— Yo no soy así —dijo a pesar de lo que sus ojos le decían.

—Sí lo eres —dijo Soobin con un orgullo que no le pasó desapercibido a Yeonjun—. Es
una galería familiar.

—Pero faltas tú.

—Sí —dijo Soobin, y la sonrisa desapareció de su semblante—. ¿Por qué Yeonjun? ¿Por
qué no había un retrato mío en ninguno de tus cuadernos?

¿Los había hojeado todos? Vaciló Yeonjun un momento y luego, le dijo la verdad, era la hora de la verdad.

—Todos me quieren —le dijo mirando los retratos de sus tres hijos— Yo creía que
tú ya no me querías. Traté de dibujarte —añadió—, pero no lograba recordar tus rasgos, así que lo dejé.

—¿Los ha visto Han?

—¿Qué? —la hosquedad de su voz le sorprendió y tuvo que pensar por un momento antes de recordar quién era Han—. Oh!, no. Nadie los había visto.

—¿Fue muy serio lo que ocurrió entre vosotros?

—En absoluto.

—Lo besaste. Os vi.

—¿Un beso apresurado en un coche? —dijo Yeonjun burlándose de los celos de Soobin—. No fue nada, nada en absoluto.

Pero Soobin no se convenció y lo agarró por los hombros. Yeonjun suspiró. Soobin lo
había hecho de nuevo, había descargado las culpas sobre el de modo que tenía que defenderse de algo que ni siquiera había hecho. Sonrió al pensar en lo absurdo que era todo.

—Vuelves a parecerte a ese diablo —dijo—. Ya sabes, el que se ducha con fuego.

—Voy a besarte —gruñó Soobin.

—¿Qué? ¿Aquí en tu despacho? Te equivocas de escenario, cariño, yo pertenezco a tu otro mundo, ¿recuerdas?

Soobin lo besó apasionadamente, hasta que Yeonjun se rindió entre sus brazos. Lo
besó hasta que Yeonjun le echó los brazos al cuello y le acarició la nuca, hasta que sus lenguas se entrelazaron. Los pezones de Yeonjun se erizaron, al tiempo que sentía la urgencia del deseo de Soobin contra el vientre.

 Un Marito Infedele • SoojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora