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Yeonjun sintió un inexplicable alivio al no ver el BMW negro de Soobin cuando el taxi lo dejó en casa a las seis en punto de la tarde

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Yeonjun sintió un inexplicable alivio al no ver el BMW negro de Soobin cuando el taxi lo dejó en casa a las seis en punto de la tarde. Iba tan cargado con bolsas y paquetes que tuvo que llamar al timbre con el codo.

—¡Cielo Santo! —exclamó la madre de Soobin, abriendo la puerta y mirando a su yerno con asombro.

Yeonjun siguió hacia el interior sin detenerse.

—¡Cielo Santo! —volvió a exclamar cuando, una vez más en el interior de la casa, Yeonjun dejó caer los paquetes a sus pies.

—¿Qué te parece? —preguntó Yeonjun con incertidumbre.

Él Yeonjun que había abandonado su hogar una hora después que su marido no era el mismo que estaba ante su suegra.

Se había cortado el pelo. Lo habían maquillado de modo que quedaran realzados los hermosos rasgos que él no creía tener. Tenia un aspecto tan natural que era imposible decir cómo le habían arreglado los ojos y la boca para que, de repente, llamaran tanto la atención.
Pero aquello no era todo. Ya no llevaba el abrigo de lana azul pálido y los vaqueros con que había salido aquella mañana. En su lugar, llevaba el traje de chaqueta de lana más exquisitamente cortado que SunHee había visto. Era de color marrón pálido y se ajustaba perfectamente a su figura. Se abrochaba con dos filas de botones de un marrón más oscuro en la pechera y estaba adornado con tres botones en cada puño. También llevaba unas botas de ante por debajo del tobillo y un bolso a juego.

—Creo —dijo Choi SunHee— que lo mejor será que preparemos una bebida fuerte para cuando mi hijo vuelva a casa.

SunHee no podía saberlo, pero había dado la respuesta que más podía satisfacer a Yeonjun, que había ido adquiriendo una actitud más desafiante a medida que pasaba el día. Se abrió la puerta y entró Shin.

—¡Uauh! —exclamó, y Yeonjun sonrió de oreja a oreja como un idiota. El tiempo que había empleado preocupándose por la reacción de sus hijos ante el nuevo aspecto de su padre, había sido tiempo perdido.

—¿Qué hay en los paquetes? —preguntó ShinDae, despreocupándose de Yeonjun como si fuera el mismo de siempre.

Al cabo de diez minutos, el suelo del cuarto de estar estaba cubierto de paquetes medio abiertos y Suni no paraba de corretear luciendo un collar de cuentas rojas que su padre le había comprado. A Soohan le había traído un juego de piezas de construcción, pero lo que más le gustaba era la caja de cartón, que estaba destrozando poco a poco. Para Shin había comprado un nuevo juego de ordenador, y ya estaba jugando con él en su habitación cuando llegó Soobin.

Soobin se detuvo en el umbral de la puerta y se quedó mirando. La actividad en el cuarto de estar se detuvo. Suni dejó de corretear para observar su reacción y su papi dejó de recoger los envoltorios, mientras Suni se ponía en pie incómodamente y lo miraba con una mezcla de desafío y súplica.

 Un Marito Infedele • SoojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora