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Yeonjun se sentó en el BMW

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Yeonjun se sentó en el BMW. Se sentía intranquilo y no dejaba de mirarse las manos mientras Soobin aceleraba en dirección al centro de Londres. Yeonjun montaba pocas veces en aquel coche, porque cuando salían hacerlo con sus hijos era su Ford Escort blanco el elegido. Así que se sentía algo extraño en aquel coche. En realidad, se sentía extraño con todo, incluso consigo mismo.

—¿Adónde vamos? —preguntó sin mucho entusiasmo. Se dio cuenta de que Soobin lo miró, y volvió la cabeza para mirarlo. El volvió a mirar a la carretera. 

Tenía la mandíbula apretada.

Mencionó un club con restaurante y sala de baile y Yeonjun sintió un hormigueo en la piel. Era uno de los sitios más frecuentados por los ricos y famosos, Yeonjun pensaba que había que tener cierto estatus para ser admitido en uno de aquellos lugares y la naturalidad con que Soobin mencionó aquel club lo hizo sentirse aún más incómodo.

—La comida es buena —decía sin darle importancia— Lo bastante buena como para tentar incluso los apetitos más frágiles.

¿Se refería a él? Podría ser, desde hacía algún tiempo, no tenía mucha hambre. La comida se convertía en un problema cuando tenía que vivir con un nudo permanente en la garganta.

—Entonces, lo conoces —dijo.

—He estado una o dos veces.

¿Con Lydia? Yeonjun no pudo evitar aquel pensamiento, que provocó que
permaneciera en silencio el resto del camino. Soobin no estaba más alegre que él. Lo guió a través del vestíbulo del club, iluminado con luz indirecta para realzar el lujo del lugar.

—Buenas noches, señor Choi —le saludó un hombre bajo, calvo y gordito, con acento francés. Luego se inclinó educadamente para saludar a Yeonjun.

—Buenas noches, kang —respondió Soobin con una familiaridad que provocó la mueca de Yeonjun—. Me alegro de que hayáis podido encontrar una mesa para nosotros habiéndolos llamado con tan poca antelación.

Kang se encogió de hombros de un modo típicamente europeo.

—Ya sabe, señor, para personas como usted siempre tenemos sitio. Por aquí, por favor.

Soobin agarró a Yeonjun por la cintura. Yeonjun miró a su alrededor, mientras seguían a kang, tratando de no demostrar lo impresionado que estaba por el lujo del lugar.

Siempre que había salido con Soobin habían ido a alguno de los restaurantes del barrio, indio, chino o italiano. Él no llevaba más que unos vaqueros y una camiseta, tal vez una chaqueta de esport, y él llevaba una ropa igualmente informal. Solían sentarse relajadamente y compartir una botella de vino con la relajada intimidad de dos personas que se encuentran a gusto en compañía del otro. Pero Yeonjun dudaba de que pudiera relajarse en aquel lugar. No podía imaginar, por ejemplo, a Soobin robándole del plato una gamba, su comida favorita, como solía hacer, o a él mismo inclinándose sobre la mesa para darle una, sosteniéndola entre los dedos.

 Un Marito Infedele • SoojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora