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Estaba en su dormitorio, el dormitorio de Soobin y él, mirando al vacío, cuando entró Soobin

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Estaba en su dormitorio, el dormitorio de Soobin y él, mirando al vacío, cuando entró Soobin.

Con un gesto nervioso se dirigió al baño, tratando de aparentar que eso estaba haciendo cuando Soobin abrió la puerta. Cuando salió, Soobin seguía allí, al lado de la ventana y con las manos metidas en los bolsillos. Era alto y gallardo y, en aquel momento, estaba tan atractivo que a Yeonjun le daban ganas de tirarle algo, de hacer cualquier cosa para mitigar su profundo dolor.

Haciendo un esfuerzo por ignorar su presencia, comenzó a arreglar la habitación. Se acercó a la cama, que, desde la llamada de BeomGyu, se había convertido en el mueble más odioso de la casa.

Cada día era más difícil estirar las sábanas, ahuecar las almohadas, cubrirla con la colcha. Olía a Soobin, a su olor limpio y masculino. Despertaba sus sentidos, que creía dormidos. Al contrario de lo que había esperado, su deseo por Soobin no había disminuido, sino todo lo contrario.

La traición de Soobin no había provocado más que la odiosa actitud de estar siempre pendiente de él. El odio alimentaba el deseo, y el deseo hacía su tormento todavía mayor.

Soobin se dio la vuelta lentamente y observó a Yeonjun.

Al cabo de un rato, cuando el silencio comenzaba a hacerse insoportable, se acercó a él y se interpuso en su camino.

—Yeonjun... —dijo con suavidad.

Yeonjun permaneció con la cabeza agachada, sin querer mirarlo a los ojos.

—¿Te acuerdas de que tengo que pasar la semana que viene en Birmingham?

No, no se había acordado hasta aquel momento. Sintió una ira repentina al comprobar que Soobin anteponía sus negocios a su vida privada, cuando ésta estaba en crisis

—¿Qué te meto en la maleta?

¿Iba a ir Lydia con él? ¿Iban a dormir en la misma habitación? ¿Iban a pasar toda una preciosa semana sin que nadie les interrumpiera?

Le palpitaba el corazón, y tuvo que hacer un gran esfuerzo para no retroceder para apartarse de él. Retroceder habría sido como otorgarle una especie de victoria, así que se quedó donde estaba, sin mirarlo, con el semblante pálido.

Físicamente, no habían estado más cerca desde la noche en que todo estallara por los aires. Yeonjun sintió escalofríos.

—Cualquier cosa —replicó Soobin con impaciencia.

Yeonjun solía hacerle la maleta siempre que él se marchaba de viaje. Y le encantaba hacerlo, guardar sus camisas, contar los pares de calcetines, la ropa interior, meter algunos pañuelos, las corbatas y los trajes. Incluso en aquellos momentos, mientras rogaba que se apartara de su camino para poder alejarse de él y con ganas de decirle que se hiciera él la maleta, no podía evitar hacer, mentalmente, una lista con todo lo que necesitaba.

 Un Marito Infedele • SoojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora