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Al llegar el fin de semana, los mellizos se dieron cuenta de que algo extraño sucedía

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Al llegar el fin de semana, los mellizos se dieron cuenta de que algo extraño sucedía. Y, como siempre, fue la observadora y callada Suni quien quiso saber qué era.

—¿Por qué estás durmiendo en la habitación de Soohan, papi? —preguntó el domingo por la mañana mientras toda la familia estaba reunida en la cocina, desayunando.

La niña lo había descubierto porque aquella mañana Soohan había dormido hasta más tarde de lo acostumbrado, con lo cual, su padre también se había despertado tarde.

Después de pasar varias noches durmiendo mal en una cama demasiada pequeña y atormentado por sus pensamientos, Yeonjun estaba exhausto; la noche anterior, para su alivio, había conciliado el sueño nada más meterse en la cama, y no se había despertado hasta que Shin entró en la habitación.

Pero no se sentía mucho mejor que los días anteriores. Porque, si dormir había servido para dar descanso a su cuerpo, su mente no había reposado en absoluto.

Sabía qué había soñado, pero, desde luego, sus sueños no habían aliviado el peso de su corazón, ni su rabia, ni su amargura.

Incluso se aborrecía a sí mismo por no hacer nada para remediar la situación.

Soobin le había aconsejado que no tomara ninguna decisión hasta que no estuviera un poco más tranquilo -hasta que dejara de ser la criatura patética en que se había convertido-, pero aquel consejo sólo le servía como excusa para no enfrentarse a la realidad.

Soobin no tenía mejor aspecto que él, su rostro reflejaba la misma tensión. Desde la noche fatídica de la llamada de  BeomGyu, había estado llegando a las seis y media todos los días. Yeonjun sospechaba que se debía más a que lo había criticado como padre qué al deseo de demostrarle que su aventura había terminado.

Llegaba a tiempo de bañar a los niños y meterlos en la cama mientras él preparaba la cena. En apariencia, su vida transcurría normalmente, y los dos hacían un gran esfuerzo por que los niños no se enteraran de sus problemas.

Cada noche, durante la cena, Soobin hacía algún intento por mantener una conversación, pero Yeonjun permanecía en silencio, de modo que él desaparecía en su estudio en cuanto terminaban de cenar. Yeonjun recogía la mesa y subía a acostarse a la habitación de Soohan, sintiéndose cada día un poco más solo, un poco más deprimido.

Saber que su marido lo engañaba había supuesto para él un golpe brutal que había conseguido anular su voluntad, de modo que su vida transcurría en una lenta monotonía y no se daba cuenta de lo que hacía. Soobin lo observaba, serio y en silencio, esperando que Yeonjun saliera de su letargo y estallara.

En aquellos momentos, la pregunta de su hija lo devolvía a su cruda situación. Se sonrojó ligeramente, y se las ingenió para dar una respuesta coherente.

—A Soohan le están saliendo los dientes otra vez.

Soobin arrugó ligeramente el periódico que estaba leyendo, y Yeonjun se dio cuenta de que estaba escuchando. Y puede que también lo estuviera mirando de reojo. Él no lo miró. En realidad, le importaba muy poco lo que pudiera hacer.

Rubia y con ojos azules, Suni tenía, además, la misma mirada inteligente de su papá Yeonjun.

Asintió, como si comprendiera perfectamente lo que decía Yeonjun. Los dientes de Soohan habían sido un tormento para todos en las noches anteriores. Aunque a Yeonjun no se le había ocurrido irse a dormir a su habitación. Pero aquello no se le había ocurrido a Suni, que prestaba atención a su querido padre.

—Seguro que echas de menos no poder abrazar a papi, ¿verdad, papá? —dijo bajándose de la silla y acercándose a Soobin—. Si me lo hubieras dicho, habría ido a darte un abrazo —dijo y fue a sentarse sobre las rodillas de su padre, sabiendo que sería bien recibida.

La tensión se apoderó de la habitación.

—Muchas gracias, mi reina —dijo Soobin, doblando el periódico para prestar atención a su hija— Pero creo que puedo estar solo unos días más antes de que me sienta completamente triste.

Si aquel comentario iba dirigido a él, Yeonjun lo ignoró, y siguió sentado bebiendo café, sin revelar el esfuerzo que le costaba.

Observó a Soobin, allí sentado, con su albornoz azul, que dejaba al descubierto un poco de su pecho. Besó a Suni en la mejilla y esbozó una sonrisa tan encantadora que a Yeonjun se le hizo un nudo en el estómago, como si tuviera celos de su hija.

¿Celos de su propia hija! ¿Cómo era posible tanta amargura?

No pudo evitar dar un respingo mientras recogía los platos. Soobin lo miró y él le devolvió la mirada. Soobin debió ver algo en sus ojos azules, porque frunció el ceño. Yeonjun se dio la vuelta de inmediato. Estaba incómodo y desconsolado.

Pero su marido y sus hijos parecieron ignorar su reacción. Shin intervino en la conversación que Soobin estaba teniendo con Suni, e incluso Soohan insistió en que le sacaran de su silla. Soobin lo sacó y lo sentó sobre sus rodillas, mientras el niño alegraba la conversación con sus particulares gorgojeos. Yeonjun no pudo soportarlo.

Había algo en aquella atmósfera de cariño que le ponía los nervios de punta. Se sentía incapaz de unirse a ellos, como habría hecho normalmente.

Lydia se lo impedía.

Su imagen era como un muro infranqueable que lo separaba de su familia, del afecto y el amor de los suyos.

Dejó de fregar los platos, porque corría el riesgo de romper alguno y salió de la cocina diciendo entre dientes:

—Voy a hacer las camas.

Nadie lo oyó y se sintió aún peor, más apartado de su familia.

Nadie lo oyó y se sintió aún peor, más apartado de su familia

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 Un Marito Infedele • SoojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora