28. Un café por la tarde

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28.

Día 19

Diciembre 19

Un viernes. Pero por la tarde.

—¿Adónde vamos?—. Mi voz sonó suave, tanto que con la radio en encendida dudaba que Jayce pudiera escucharme.

—Vamos al café—. Dio un giro a la izquierda en el volante.

—¿A un café?—. Cuestioné. Yo amo el café, pero solo salir por uno con tremendo frio y las nevadas a punto de llegar era una estupidez.

—Si—. Sonrió cambiando la canción por "Before You Go" esa canción entraba en mi ranking de favoritas.

—¿Te das cuenta de lo tonto que es salir por un café?—. Trataba de contener mi cuerpo ante aquella canción, y empezar a bailar como cuando estaba con mis amigos.

—No es cualquier café—. Se defendió, al menos eso creo.

Me quedé en silencio, con el libro que traje a hurtadillas esperando tener un momento para terminar el capítulo, que tanta ansiedad me daba.

No fueron más de 15 minutos de un silencio de nuestra parte, que, en sí, se hizo bastante corto gracias a la buena música del auto de Adams. Pude sentir cuando el chico, luego de algunos edificios, árboles y casas, pasando del centro de la ciudad empezaba a detenerse.

—¿Es aquí?—. Pregunté, y él asintió al detenerse por completo, luego bajar del auto.

Hice lo mismo antes de que él intentará abrirme. Y si, a no más de unos metros estaba un pequeño Starbucks, yo ni siquiera sabía que este lugar existía si les soy sincera. Claro que para ser uno de esos cafés tan caros y según mis amigos y yo, bastante exclusivos. No era grande, hasta era un poco más pequeño que un café normal.

Lo que no se podía negar era lo hermoso de este. Había luces de navidad rodeando las letras del nombre, y grandes ventanas llenas de muchas lámparas de diversos colores. Había personas divagando, lo pude notar una vez que Jayce empezó a avanzar indicando que lo siguiera.

Una pequeña campanilla hizo que muchos voltearan. Lo bueno es que casi de inmediato pasaron de largo nuestra presencia, a pesar de que algunos varios eran de nuestro instituto. La preparatoria Winter Light.

—¡Ven! Acompáñame a pedir la orden—. Tuve que seguir al chico hasta la barra, dónde una o dos personas atendían en ropa bastante cómoda y linda.

—¿No se supone que usen uniforme?—. Pregunté confundida.

—Según su jefa no—. Aclaro él, con una sonrisa que me hizo desconfiar.

—¿Y quién es su jefa?—. Cuestioné. A lo que Jayce solo rasco su nuca.

—Pues...

—¡Cuñada!—. Esa voz. Ese tono suave, pero tan suelto.

Los Días Hasta Enamorarte [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora