Los aprendices del bosque

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Un joven de ya veinte años se encontraba dormido en su cama, abrazando la almohada junto a el. La suave brisa del bosque entraba por su ventana, removiendo algunos papeles que se encontraban sobre su mesita de noche. Un lindo tarareo lo hizo abrir los ojos, encontrándose con su hermana Norma a pocos centímetros de su rostro, haciéndolo caer de la cama por el susto.

-¿Te encuentras bien, Oncie?-la chica de cabello castaño tomó uno de sus rulos, jugando con el, tratando de aguantarse la risa.

-¡Lo hiciste a propósito!-se sentó, poniendo los brazos sobre la cama.

-El Lorax esta intentando preparar panqueques, si no quieres comer algo que nos haga mal al estomago es mejor que vayas a ayudarlo.-El pelinegro suspiró, levantándose para ir junto con su hermana a la cocina, haciendo una mueca al ver el desastre que había en esta, con un hombrecillo naranja añadiendo lo que contenía un frasco al bowl de la masa.

-Eso se agrega hasta que los panqueques estén listos.-Se puso a su lado, tomando el bowl en sus manos para tirar la mezcla en la basura.

-Buenos días a ti también.

-¿Por que no me despertaste? Sabes que me encargo del desayuno.

-Te veías muy cómodo, y supuse que necesitabas estar bien descansado para el baile de esta noche.

-¿Baile?-Arqueó una ceja, para luego mirarlo con pánico-No te referirás al baile del pueblo, ¿o si?

-¿Se te olvidó, hermanito?-Norma le sonrió, acomodando los platos sobre la mesa.

-¿Y si este año van sin mi?-Se alejó un poco para poner la nueva mezcla sobre la sartén.

-¿Sin ti? ¿Por que?-La joven se acercó a el, preocupada.

-Cada año es igual, tenemos a un montón de gente detrás de nosotros solo para hacerse con el poder del guardián.

-Pero así no funciona.

-Pero los demás no lo entienden. Ellos siguen pensando que el casarse con nosotros los hará inmortales o se les pasara el poder, son unos codiciosos.

-Pero tal vez hoy por fin encuentres el amor de tu vida.

-No, Norma.-Sirvió el desayuno, mientras El Lorax los miraba discutir. El sabia muy bien que el sueño de Norma era formar una familia, mientras que Once-ler era más que feliz viviendo en el bosque. Ambos eran dignos del puesto de guardián, pero la decisión no era suya para tomarla.

Soltó una carcajada cuando Norma hizo una cara de cachorrito, logrando que Once-ler accediera a ir al baile. Le sorprendía lo bien que se llevaban a pesar de no ser hermanos de sangre. 

-Iré a ver a Lou y los demás.-Dijo el menor de los hermanos al meter varias tandas de panqueques a una canasta.

-Que no coma tanto, Lou ya esta demasiado gordo-Le pidió la castaña, llevando el tenedor con comida a su boca.

-No te prometo nada, nos vemos.-Cerró la puerta al salir, aspirando el aire que le regalaba el bosque. Caminó hasta el enorme lago que estaba a unos metros de la casa, bajando por la colina. Once-ler disfrutaba ser el aprendiz de El Lorax, amaba la naturaleza y a los animales que habitaban el bosque. 

De un momento a otro varios brotes de Truffula fueron apareciendo ante cada pisada que daba, esa era otra cosa que amaba hacer, tal vez los poderes de guardián no eran muchos, pero le gustaba usarlos. Saludó con su mano a la manada de Barbaloots que descansaba bajo la sombra de los arboles, sentándose a su lado, abrazando a todos los que se le echaban encima.

-¡Buenos días a todos! Les traje panqueques, tienen que compartir. No, Lou, hoy no comerás mas de diez-Le dijo al oso mas grande de todos.-Pero puedes comer frutos de Truffula.-Puso su mano en el tronco del árbol donde estaban recargados, aquellas frutas moradas aparecieron entre el follaje rosa, para luego caer al estar maduras.

Austeridad y codiciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora