Congratulations

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¿Que serían capaces de hacer por su familia? ¿Si tu padre hubiera sido despedido y no encontrara trabajo? ¿Si tu madre trabajara en una pequeña empresa con muchas horas de trabajo y un salario pobre? ¿Si los tres vivieran en un auto? 

Para Laika, lo que había hecho era necesario, muy a pesar de la culpa que la embargaba.
Isabella le dio un trabajo sencillo, seducir al jefe a cambio de un puesto para sus padres en la fábrica de Thneeds y una casa en ThneedVille. Su padre le agradeció diciendo que fue necesario por el bien de los tres, pero su madre le pidió que no se rebajará a ese nivel, que existían otras formas de salir de la dura situación por la que estaban pasando.
Pero el daño ya estaba hecho, y presentía que pronto ya no tendría un lugar como la secretaria de Greed-ler.

Al día siguiente de que se marchara Once-ler, se le dio la responsabilidad de ir a despertar a su jefe, sin embargo no lo encontró en sus aposentos, ni siquiera en la biblioteca o el pequeño jardín que antes era de su esposo. Cómo última opción se dirigió hasta la oficina del empresario, encontrándolo trabajando en su escritorio. Se notaba que no había conciliado el sueño en toda la noche, ni siquiera había tomado un baño o desayunado. 

-Señor, debería de ir a descansar, será malo para su salud.

-No necesito descansar, necesito trabajar.-No se dignó a mirarla, prestando toda su atención a sus documentos y anotando varias cosas.

Laika lo entendía, debía de ser muy duro para él ir a la habitación y no encontrar al joven que amaba, ir al comedor y desayunar solo, ir al jardín donde se supone estaría su esposo esperándolo mientras atendía ese árbol de Truffula en medio de la habitación. Greed simplemente no quería salir de la oficina, porque sería aceptar que su Oncie ya no vivía con él, que lo sucedido durante la cena no había sido una pesadilla, entender que ahora estaba solo hasta arreglar algo que tenía miedo a arreglar.

-Mas te vale que hagas caso a lo que dice la señorita Sokolov.-Su madre entró en la oficina, mirándolo con desaprobación.

-Pero, Mamá...

-Ni un un solo "pero", Greedy. Si no estas bien de salud empezaras a cometer errores y perderemos dinero, puedo tolerar un día de ausencia, pero no voy a tolerar que eches a perder la empresa solo porque no quieres aceptar que Once-ler te abandonó.

Su hijo apretó los papeles en sus manos, mordiéndose el labio, haciendo un esfuerzo considerable en no llorar.  Laika solo agachó la cabeza, escuchando los regaños proporcionados a su jefe. Ella sabia mejor que nadie que si el joven Once-ler estuviera presente hubiera callado a esa mujer y la hubiera echado de la oficina, todo mundo conocía como se ponía a la defensiva cuando alguien intentaba hacer sentir menos a su esposo, era una lastima que ya no estuviera para evitarlo ahora.

Sin mas remedio, el de traje verde se levantó para salir de la habitación a paso apresurado, dejando su sombrero de copa en una de las orillas del escritorio. Se limpió las pocas lagrimas que amenazaban con salir, no sabia a que se debían, si al hecho de que su madre le importará mas el dinero que su salud o el que tocara el tema de Once-ler. Se detuvo frente al cuadro de su boda, observando a su alma gemela vestir aquel traje blanco que tanto le gustaba. Recordó como se había puesto su sombrero al seguir a la entrada principal la noche anterior, y ante tal recuerdo siguió su camino hasta la biblioteca al dar vuelta en uno de los pasillos de la casa, alejándose de la parte que daba a la fabrica.

No quería pensar en su esposo ni en la situación de la cena, solo necesitaba distraer su mente y evitar derramar lagrimas por algo que era insignificante. Examinó con la mirada los enormes estantes de libros, tan grandes que llegaban hasta el techo de la enorme habitación. La mayoría aun no habían sido leídos y tenían una leve capa de polvo encima.

Austeridad y codiciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora